19 nov 2009

HORMIGAS

A veces, uno tiene la sensación de ser una pequeña hormiguita dentro del gran hormiguero. Esa sensación, se me viene repitiendo cada vez que piso un gran centro comercial. Hace poco estuve en el de Jerez, y nada más encaminarme hacia las puertas de la entrada, me volvió a ocurrir, me sentí hormiga, y también las veía a mi alrededor, junto a mi. Estaban por todas partes. Una vez dentro del centro comercial (no diré su nombre, pero es el más grande de Jerez) parecía que entrábamos en otra dimensión, en otro mundo. La gente iba de un lado a otro, buscando cosas, removiendo ropas, juguetes, zapatos, etc.
Todo estaba lleno de publicidad y de tiendas, y dentro de cada tienda una musiquilla en el ambiente a cual más pésima. Recuerdo aún aquel chin pún, chin pún. No sé como las dependientas mantienen la cordura trabajando ocho horas al día con aquel chin pún de fondo. Yo acabaría suicidándome con alguna corbata o cinturón de marca.

Una vez revisada la primera planta, subí arriba por las escaleras automáticas y al llegar, se mostró ante mis ojos el “Edén” de la comida basura. Hamburguesas hechas con vaya usted a saber qué cosas, pizzas, refrescos carbonatados y una amplia gama más de porquería comestible. Vi familias enteras devorando aquellos deplorables menús. En cinco minutos habían acabado. ¿Y eso es un almuerzo?

Lo que más me gustó de todo aquel complejo comercial, fueron sin duda, los Multicines. Por supuesto entré junto a mi pareja a ver una película, Celda 211, le hago publicidad porque me pareció buena, con unos actores muy acertados en todo momento y porque encima es española -y no españolada-. Incluso proyectaban películas en tres dimensiones. ¡Qué tiempos estos…!

En definitiva, que entré al centro comercial de día y salí de noche, con la cabeza como un bombo y echo polvo de la gran caminata que me pegué por esos pasillos y tiendas.
En cuanto me monté en el coche y fui dejando atrás aquel paraíso capitalista, imploré y recé a todos los dioses del Olimpo para no volver a pisar en un largo tiempo aquel sitio. Dejemos los hormigueros para las hormigas.

Miguel Ángel Rincón Peña