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12 feb 2015

ME ESTOY QUITANDO

Hacía varias semanas que, por falta de tiempo -que no de ganas- no salía a dar mis paseítos por carriles y veredas. A veces le faltan horas a mi reloj. El otro día que tenía la tarde libre me escapé un rato, y aprovechado que me había descargado una aplicación para el móvil que contabiliza al instante los kilómetros que se van haciendo, e incluso lo pasos que se dan, me puse en marcha y emprendí el camino. Como no me fío mucho de las nuevas tecnologías, iba con el móvil en la mano, comprobando que la aplicación funcionaba correctamente. Caminaba tan concentrado en la pantalla del móvil, que ni me di cuenta que en la cuneta había un rebaño de ovejas. El pastor estaba sentado en un extremo del camino, con su sombrero de paja y un perro de agua a su lado. De repente escuché: ‘Chiquillo, deja el móvil tranquilo que te vas a tropezar’. Levanté la cabeza y allí estaba el buen hombre, con un cigarrillo en la boca y una sonrisa maliciosa. Lo saludé y del bolsillo se sacó su móvil, uno de esos antiguos, lleno de ralladuras y polvo: ‘Mira, este es el mío, todo el día en el bolsillo porque no me llama ‘naiden’ y me parece que ni tengo saldo para llamar’. Ya había pensado alguna vez que otra escribir una columna sobre la adicción que los teléfonos móviles nos crean, pero después de aquel encuentro me decidí a hacerlo, y aquí estoy, dándole a la tecla. Todos hemos sido testigos alguna vez de esas situaciones en que, por ejemplo, en la mesa hay cuatro personas y todas están con la mirada puesta en el móvil. Nadie habla durante unos momentos. Antes los chavales se reunían en las plazas a comer pipas, charlar, etc. Ahora lo hacen para mirar las notificaciones de las redes sociales, o conversar por el Whatsapp. A veces he ido mirando mensajes a la vez que caminaba por la calle, y me he cruzado a alguien que también iba haciendo lo mismo que yo. Parecíamos zombis. Así que desde que caí en la cuenta procuro sacar el móvil lo menos posible. Las nuevas tecnologías, en un momento dado, nos pueden volver totalmente idiotas. Pasamos más tiempo pendiente al móvil que mirando los ojos de nuestra pareja, y eso es preocupante e inaceptable. Lo queramos reconocer o no, estamos absolutamente enganchados a esos aparatejos. Prueben a desconectar el móvil y pasar un día sin él. Salgan a la calle desprovistos de teléfono, verán que sensación tan rara y angustiosa. No voy a mentirles, yo también fui alienado por esos ‘engendros móviles’, pero llegó un momento en que me dije ‘hasta aquí hemos llegado’, y desde entonces, y como cantaran los ‘Tabletom’, me estoy quitando… 

Miguel Ángel Rincón Peña

INVISIBLES

La semana pasada estuve de visita en la maravillosa ciudad de Sevilla. Fuimos al centro a pasear, a mirar escaparates, a tapear y a quedarnos completamente enamorados de la ciudad. He de reconocer que hasta hace bien poco no me había atrapado aún esa magia que fluye en el ambiente sevillano. A pesar de no estar a demasiados kilómetros, nunca fui asiduo a visitar la capital andaluza. Recuerdo que de pequeño fui algunas veces, en una de aquellas ocasiones subí a la Giralda. Desde tal altura se puede ver toda la ciudad, me quedé alucinando. 
El otro día pasamos por una de las puertas laterales de la Catedral, y en el escalón, muerto de frío, se encontraba sentado un hombre de mediana edad con la mano extendida y un cartelito en el que explicaba su situación. Yo estaba enfrente, esperando a una persona, y mientras tanto observaba atónito la escena. Señores mayores, parejas con prisas, jóvenes pendientes del móvil, pasaban por su lado y ni siquiera lo miraban. Señoras de laca y permanente y grupos de turistas entraban en la Catedral, a escasos centímetros del pobre hombre y ni siquiera le dedicaban una mirada. Aquel hombre era invisible a ojos de todos aquellos individuos que paseaban por la acera o entraban a tan ‘sagrado’ lugar. Las personas que se echan a la calle a pedir por necesidad, no son de otra galaxia, nos demos cuenta o no, son como nosotros. La mayoría tuvieron un trabajo, una casa, una familia, y por circunstancias de la vida y del sistema en el que vivimos, se quedaron en la calle, viviendo entre cartones en cualquier plaza o cajero automático de la ciudad. Le puede pasar a cualquiera; a usted, que lee ahora mismo este periódico en el bar o al calor de su hogar, o a mí, que tecleo este artículo tranquilamente sentado en el sofá de mi casa. El hombre que resultaba invisible a según qué ojos, tenía un nombre, se llama Antonio y trabajó de fontanero, y en los últimos tiempos de albañil. Está divorciado y tiene un hijo al que no puede ver porque vive con su madre en Cataluña. A Antonio se le hizo la vida ruinas cuando perdió el trabajo, ahí empezó todo. 
Pero no hay que irse a Sevilla para encontrarse, cara a cara, con el drama de la crisis llevado a su máxima expresión. Lo vemos cada día en nuestros pueblos. Sin ir más lejos, estas pasadas navidades, en la puerta del Mercadona de Villamartín, me encontré a una madre y sus pequeños pidiendo comida a los clientes que iban saliendo del supermercado. No puede haber recuperación económica, por mucho que lo repita el Gobierno, mientras haya una sola familia que no tenga qué llevarse a la boca o un desempleado que tenga que salir a la calle a mendigar una limosna. 

Miguel Ángel Rincón Peña

15 ene 2015

SÍRVASE USTED MISMO

En este sistema donde nos ha tocado sobrevivir, la clase trabajadora tiene que luchar a diario contra una infinidad de circunstancias propias del Capitalismo más agresivo. Una de esas situaciones adversas, es la que las mismas empresas multinacionales crean para ahorrarse empleados y embolsarse pingües beneficios con la complicidad de los consumidores, o sea, nosotros y nosotras. 
Me explico. Póngase en situación: Va conduciendo su coche un día cualquiera, y observa que se enciende la luz de reserva de combustible. En la gasolinera más cercana se detiene a repostar, y lee en un cartel la palabra ‘autoservicio’. Eso quiere decir que usted hace el trabajo que tendría que hacer un empleado de la gasolinera, con la salvedad de que usted, o sea, el cliente, lo hace gratis. Cada vez son más las gasolineras que obligan a sus clientes a servirse ellos mismos, ya que han dejado de ofrecer un servicio atendido, para pasar a ser autoservicio. 
De un tiempo a esta parte, el ‘sírvase usted mismo’ se está extendiendo por doquier. Ya existen en algunas cadenas de supermercados, sobre todo en las grandes superficies, las cajas automáticas (Self Checkout) en las cuales usted pasa su compra y le paga directamente a la máquina. 
Otro ejemplo, es esa conocida multinacional del ‘mueble’, en la cual el cliente compra las piezas y él mismo se las tiene que apañar para montar la estantería, la cama o el armario en su casa, lo que los anglosajones llaman ‘Do it yourself’ (hágalo usted mismo). 
Y así podría seguir exponiendo muchos más ejemplos parecidos a los anteriores, que no hacen más que corroborar lo que muchos pensamos; que las multinacionales, han ideado una fórmula para que los consumidores también sean sus empleados, pero sin cobrar ni un euro, todo lo contrario, les pagamos por hacer el trabajo que tendrían que realizar profesionales cualificados. Así funciona este negocio, y les va muy bien, porque los consumidores asumen gustosos ese rol por comodidad, rapidez, etc. Sin embargo, lo que estamos consiguiendo con el autoservicio es colaborar (consciente o inconscientemente) en la destrucción del empleo. Y no están los tiempos para eso. 
¿Qué podemos hacer ante esta imposición del sistema capitalista? Pues tomar conciencia y en la medida de lo posible, no utilizar el autoservicio. Comprar en sitios donde nos atiendan personas y no máquinas expeditivas. La empatía y la solidaridad como armas ciudadanas para combatir estas formas de abuso y explotación. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

23 dic 2014

ESTRELLAS DE BELÉN

No es la primera vez que lo digo -y seguramente no será la última-: No me gustan estas fiestas, y además, me dejan psicológicamente molido. Es tanto el esfuerzo que hago para no caer en la tentación de los típicos tópicos navideños y mantenerme al margen de todo ese macro-montaje comercial en el que, al fin y al cabo, se ha ido convirtiendo la Navidad, que cuando todo pasa, allá por el mes de enero, uno piensa para sus adentros: -¡Por fin! Un poco más y no lo cuento. 
Y es que desde mediados de diciembre hasta ese “mágico” día 6 de enero, se vive una especie de lobotomización transitoria colectiva que nos impulsa a hacer cosas que no haríamos en otras fechas. Reunir a toda la familia para una copiosa cena (por no hablar de las cenas de empresa, eso se merecería un artículo entero). Llamar por teléfono a los familiares o amigos que viven a mil kilómetros y que sólo llamamos una vez al año. Dar donativos a alguna ONG. Comprar buenos regalos, y si no hay dinero para regalos, se va al Banco y se pide un crédito. 
Las luces de neón del Areasur o del Corte Inglés -por poner un ejemplo-, son las nuevas estrellas de Belén. El consumismo nos está consumiendo el cerebro. En estos días, pasea uno por la calle y sólo ve tentadora publicidad en carteles y escaparates. Y para qué hablar del continuo bombardeo publicitario que la televisión ofrece. Es normal que los niños y niñas quieran cada vez más regalos, están todo el día viendo reclamos publicitarios de juguetes, videojuegos, etc. 
Cada año que pasa le veo menos sentido a toda esta operación de marketing que han construido los grandes mercaderes con la excusa del nacimiento del niño Jesús. De existir ese niño, los correría a latigazos nuevamente. La hipocresía en estas fechas puede alcanzar límites insospechados. Aunque nos resistamos a ello, ese gran tsunami de la Navidad, con sus portales de Belén, sus Reyes Magos y sus Papanoeles al frente, trata de ahogar cualquier tipo de disidencia. Y encima, no nos ha tocado la lotería de Navidad, aunque este año cayó muy cerquita. 
En fin, no me hagan mucho caso, disfruten todo lo que puedan, y si les sucede como a mí, que no les gusta mucho el tema navideño, al menos disimulen cuando estén en público (o no). ¡Salud! 

Miguel Ángel Rincón Peña 

18 dic 2014

MIS OBSESIONES

A veces, cuando algo me gusta mucho, me suelo obsesionar con ello, en el buen sentido de la palabra. Me obsesioné seriamente con la poesía de Charles Baudelaire, y tiempo después con la de Bukowski y Gil de Biedma. Me obsesioné, allá por el 2011 con una serie de culto llamada “A dos metros bajo tierra”, de la cual ya les hablé en esta misma columna. También aluciné bastante con películas tales como “1984”, “Fahrenheit 451”, o varias de Luis Buñuel, viéndolas hasta la saciedad. 
Desde hace unos meses, vengo escuchando esos cinco maravillosos discos titulados genéricamente como “American Recordings” del legendario Johnny Cash. Toda una obra de arte con un montón de canciones que consiguen ponerle a uno los vellos de punta. Johnny Cash, con la pérdida de su compañera fallecida poco tiempo antes, y sintiendo cercano el frío aliento de la Parca, decidió grabar esas canciones demostrando toda su grandeza como artista. Cash en estado puro, llegando al final de su camino con una canción en la boca y una guitarra entre sus temblorosas manos. Cien por cien Cash. 
Es difícil elegir, pero quizá uno de los temas que más me ha llegado sea la versión que hizo de “Hurt”, originalmente de los Nine inch nails y qué Johnny interpretó -y mejoró- magistralmente. Fue su último éxito antes de morir. 
Un tren al atardecer, un vaso de whisky, una cárcel, un eterno amor, una rebelión, unas botas gastadas, una vieja guitarra…, todo eso y mucho más era -y sigue siendo- Johnny Cash. 
Más de una vez, en algún que otro recital de poesía, he tenido la suerte de leer acompañado por los acordes de “Hurt” o "Get Rhythm" que tan meritoriamente Manu Lobo interpreta. 
 Creo que las obsesiones, por llamarlo de alguna manera, que vayan dirigidas hacia la cultura, siempre son positivas y a fomentar. No es un problema, sino todo lo contrario, eso de ver cuatro o cinco veces alguna película de José Luis Cuerda o Roman Polanski, o releer las obras inmortales de Julio Mariscal o Bécquer, o escuchar una veintena de veces algún disco de The Beatles o Luis Eduardo Aute. 
Obsesiónense por cosas así -en los tiempos que corren- y se ahorrarán un dineral en psicólogos y psiquiatras. 

Miguel Ángel Rincón Peña

11 dic 2014

FRANK ZAPPA

Este 4 de diciembre, además de ser el Día nacional de Andalucía, también se cumplían 21 años del fallecimiento de uno de los más grandes músicos de la historia del Rock. Me refiero al descomunal Frank Zappa. Nació en diciembre y murió también en diciembre, a causa de un cáncer, pero, queridos amigos, no hay tumor que pueda acabar con sus maravillosas canciones. 
La primera vez que escuché a Zappa corría el año 1997, y estaba yo por tierra de guanches, concretamente en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife -y alrededores-. Un amigo me pasó una cinta grabada del disco Apostrophe, y me dijo: Escúchalo, que esto es bueno. Fue un descubrimiento, aunque tuve que escucharlo varias veces hasta encontrarle el punto a aquella música. Era diferente, una mezcla de experimentación y eclecticismo. He de reconocer que me costó un poco asimilar una música así, tan imaginativa. Conforme iba escuchando más canciones de Frank, me creaban una -sana- adicción y poco a poco me hice con varios discos, tales como Freak Out!, Hot Rats, Zappa in New York, etc. 
Resulta que aquel amigo era músico y tocaba la batería en un grupo de La Laguna. Una tarde me invitó a asistir a sus ensayos, y allá que fui. Yo, por aquel entonces, había empezado a tocar el bajo en "Misterio", un grupo que habíamos creado unos amigos en mi pueblo. Pues bien, estuve toda la tarde escuchando a la banda de mi amigo, hacían versiones de Led Zeppelin, Black Sabbath, Thin Lizzy y algunos más. Después de 4 horas metido en aquel garaje salí un poco mareado y con un leve pitido en los oídos. Mi amigo músico se llamaba Juan, y vivía en un centro social autogestionado. Solía ir algunas tardes a verle, era una enciclopedia musical andante. También fumaba porros y me grababa discos de Zappa, Tom Waits, Stravinsky, etc. Además, me prestaba de vez en cuando algunos libros, sobre todo biografías de músicos o grupos de los setenta. 
Cuando volví a la península, nos escribimos varias veces, pero lamentablemente perdimos el contacto a los pocos años. Seguramente se casaría -o no-, tenía una medio novia rockera que trabajaba en un bar. En fin, gracias a él descubrí a Frank Zappa y a otros muchos músicos excelentes y casi todos desconocidos. ¡Cuánta gente interesante desconocida y cuánto charlatán famoso! 

Miguel Ángel Rincón Peña

MONAGUILLO

No recuerdo si en alguna ocasión les he hablado -seguramente sí- de mi relación con la Iglesia. Vengo de una familia católica, y mi abuelo materno fue, hasta su muerte, el organista de la parroquia de Prado del rey. En Ronda, mis tíos me solían llevar todos los domingos a misa, y en Prado, con la cosa de que mi abuelo tocaba el órgano, también me llevaban a la iglesia. Me aburría como un condenado, incluso me quedé varias veces dormido escuchando aquellos interminables sermones. Cuando tenía unos 12 años, sentí la necesidad de investigar en primera persona sobre la religión, y me apunté a monaguillo. Mi madre no quería, decía que los monaguillos siempre habían tenido fama de pillos, lo cual me animó mucho más a formar parte de ellos. 
A esa edad, es casi imposible tener fe en Dios. Cuando somos niños sólo le profesamos cierta fe a nuestros padres y poco más. Yo empecé con ganas, iba puntualmente a las misas que me asignaban para ayudar al cura a oficiar las ceremonias. Poco a poco me fui adentrando en ese mundo, fui al primer encuentro de monaguillos, que se celebró en una ermita de Arcos. Aquello era como un campamento de Scouts pero en versión católica. Por la mañana rezábamos, por la tarde rezábamos y por las noches, ya saben: El "Jesusito de mi vida tú eres niño como yo...". En fin, podría contar muchas anécdotas de mi breve paso por las sacristías, como por ejemplo, bebernos el vino del cura, tocar las campanas a deshora, etc. Conforme fue pasando el tiempo, me di cuenta que seguía sin el menor atisbo de fe en Dios. Eso, y el bombardeo de preguntas incómodas que le hacía al cura sin que éste me ofreciera ninguna respuesta convincente y lógica, me llevaron prematuramente a "colgar los hábitos" de monaguillo. Creo que esa corta etapa de mi vida fue fundamental para afianzarme en mi ateísmo, o como se quiera llamar, pues nunca me gustaron demasiado las etiquetas. Me di cuenta de toda la hipocresía que anidaba en aquel lugar. Personas que practicaban demasiado aquello de "A Dios rogando y con el mazo dando". Incluso el cura de aquella época era de todo menos ejemplar. Corrillos, envidias, alcahueteo, intrigas y un largo etcétera. 
No dudo que haya católicos válidos, los hay, son todas esas personas que, a base de su trabajo voluntario, le lavan la cara a la Iglesia Católica, una institución que ha tenido -y tiene- mucha "güasa". 

Miguel Ángel Rincón Peña 

20 nov 2014

SÍSIFOS MODERNOS

Hace ya algunas semanas cumplí años. Nací un noviembre del año en que murió el rey del Rock & Roll. Será por eso que siempre me gustó este mes, a pesar del comienzo del frío y las lluvias. Será también por eso, que siempre me gustó Elvis. 
Conozco a mucha gente que no les hace ninguna gracia eso de cumplir años, a mí me encanta, aunque cada vez se vaya resintiendo uno más. Decía Barrault, con toda la razón, que la edad madura es aquella en la que todavía se es joven, pero con mucho más esfuerzo. 
 La vida hay que amarla, aunque ésta sea dura y cruel. Nadie dijo que fuera fácil vivir. A pesar de todo, la vida nos ofrece cosas impagables, aunque a veces, no nos demos ni cuenta de ello. Todos los días tenemos amaneceres y atardeceres espectaculares. Por las noches, si está el cielo despejado, tenemos un auténtico espectáculo; el universo encima de nuestras cabezas -cuánto misterio encierran esas estrellas-. Y cómo no, el amor, la familia, todas esas cosas que nos dan fuerza para seguir adelante. En la otra cara de la moneda tenemos el vil metal, el poder, la envidia, la muerte. Cosas nefastas aunque seguramente necesarias para el equilibrio. La vida hay que disfrutarla, aunque con esta crisis-estafa no esté el "horno para bollos". Hay que ser positivos, en la medida de lo posible, y ver lo bueno de las cosas. No sé ahora mismo quién fue el que dijo que la persona verdaderamente sabia es aquella que es capaz de ser feliz con poco. La mayoría de las veces, la opulencia, más que felicidad da dolores de cabeza. 
La vida hace de nosotros sus pequeños sísifos modernos que cada semana, cada mes, cada año, vamos subiendo nuestra piedra a la montaña, y cuando casi llegamos a la cumbre, vemos cómo la maldita piedrecita cae sin remedio, y otra vez a empezar, otra vez a subir la semana, el mes, el año... y así, poco a poco, sin darnos cuenta vamos cumpliendo años, subiendo y bajando la montaña. Cada vez nos cuesta más esfuerzo, hasta que un mal día, el que rueda cuesta abajo no es la piedra, sino nosotros, para no levantarnos más. 
Todo este rollo que les estoy soltando, queridos lectores, a modo de reflexión, me lo repito a mí mismo todos los años desde que cumplí los treinta, y ya voy por los treinta y siete (aunque aparento treinta y seis y medio). En cuanto pasa noviembre y llega diciembre se me va olvidando el tema de la edad, los cumpleaños, y las reflexiones sobre el sentido de la vida. Aunque, créanme, a veces es necesario pensar un poco en todo ello. Nunca está de más. 

Miguel Ángel Rincón Peña

13 nov 2014

EL CIRCO

Hace varios meses, iba conduciendo el coche por la autovía y me encontré con una extensa caravana de camiones pertenecientes a un circo. No recuerdo el nombre. Eso me hizo pensar en lo dura que es la vida de las personas que se dedican a esa profesión. 
Cuando era pequeño no me gustaba demasiado ir al circo. En el colegio nos repartían folletos con la publicidad del circo cuando llegaba éste al pueblo, y todos los niños se volvían locos por ir a ver el espectáculo. Yo, al contrario, deseaba que mi madre no tuviera ganas de llevarme. Una de las veces, a mi madre le dio por acompañarme al circo, y no tuve más remedio que ir. Nos sentamos a mitad del graderío, y desde allí, con cara de perplejidad, vi la función circense. Me transmitieron bastante pena los payasos, pensaba en ellos, seguramente padres de familia, que se ganaban la vida haciendo reír a los demás. Me pareció un trabajo durísimo, y seguramente mal pagado. Luego salieron los animales, perros, un mono, varios tigres y un elefante. Tenía un nudo en el estómago. Me sentí mal. Miraba a mi alrededor y veía a todos los niños riendo, felices, comiendo gusanitos y disfrutando de las actuaciones, y a continuación miraba a mi madre, que con cara de extrañeza me preguntaba: ¿No te gusta? Para inmediatamente sentenciar: ¡Qué raro eres, hijo mío! 
Recuerdo otra ocasión en la que un circo de payasos instaló una carpa junto a la plaza de toros de Ronda, justamente al lado de la que era mi casa por aquella época. Mi prima, que era más grande que yo, se le metió en la cabeza llevarme a ver a los dichosos payasos, y por más que me negué poco pude hacer ante su insistencia, y allí me vi, rodeado de gente. No podía ver nada, porque no había asientos y estaban todos los padres y madres de pie con sus hijos en hombros. Mi prima, me subió un momento a sus hombros y de repente apareció un payaso al fondo del escenario que me saludó. Tenía una sonrisa sincera. Yo, con mi pequeña mano le devolví el saludo. Creo que fue la primera vez que sonreí en un circo. 
Les tengo mucho respeto a todas las personas que se dedican al maravilloso y duro mundo del circo (eso sí, sin animales mucho mejor). Vaya desde aquí mi humilde homenaje. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

6 nov 2014

AVALANCHA

La inmensa avalancha de casos de corrupción que se está viviendo en este país, de un tiempo a esta parte, hace que cualquier persona honrada sienta una profunda indignación, vergüenza e impotencia al comprobar cómo algunos personajes de la política, del mundo empresarial e incluso del sindical, nos están tomando por estúpidos mientras nos roban a manos llenas. Ejemplos hay cada vez más: EREs fraudulentos, tarjetas de crédito opacas, financiación ilegal, cuentas en B, dinero negro en paraísos fiscales y una larguísima lista de corrupciones varias. 
Ayer por la tarde, dos hombres de mediana edad tomaban café en un bar. Uno de ellos tenía un periódico en las manos y estaba comentando la indecencia de permitir que Jaume Matas, político condenado por corrupción, salga de la cárcel a pesar del criterio en contra de la Junta de Tratamiento de la cárcel de Segovia, demostrando así cómo el Gobierno se pasa la justicia por el mismísimo forro. El tipo que estaba al lado, decía no comprender cómo podían robar esa clase de gente, con todo el dineral que ganan en sus cargos públicos y en sus actividades privadas. Entonces su compañero de café le respondió que “mientras más tienen más quieren tener esa gentuza, y mientras tanto la justicia mirando para otro lado”. Y ponía el ejemplo de que si una persona que cobra una miseria o incluso está sin ningún tipo de ingreso, necesita robar para darle de comer a su familia, esa persona se pudre en la cárcel, pero en cambio, si el que roba es rico y poderoso, a los dos meses está fuera viviendo la vida. El camarero, que se estaba percatando de la conversación, se acercó a ellos y les dijo con voz irónica que si habían leído la noticia de que el ejército se está entrenando en técnicas de antidisturbios. Los tres empezaron a comentar tal despropósito… que si esto es una dictadura, que si el Gobierno se está cargando el país, y una amplia gama de insultos que no reproduciré, pero que seguramente imaginarán. 
Llamé al camarero y pedí la cuenta. Tras salir del bar, me encaminé a casa. Mientras andaba por la calle, pensaba que la mayoría de los españoles se dejan la indignación en la barra del bar, y que cuando salen a la calle, se dicen a sí mismos, resignados: “Bueno, a ver si la cosa mejora”. Pero no, “la cosa” no mejora, al contrario, todo está peor que nunca, y si no, miren a su alrededor y vean el panorama. No es pesimismo, es simplemente realismo. 

Miguel Ángel Rincón Peña

31 oct 2014

NOCHE DE ÁNIMAS

La noche de las ánimas siempre ha sido una fecha especial en todas las culturas. En todos los continentes de este planeta, esa noche ha conseguido unir a los pueblos en torno a unos rituales que han perdurado a través de los tiempos. Quizá sea ese intrínseco miedo que le tenemos desde siempre a la muerte el detonante para que, una vez al año, nos atrevamos a mirar cara a cara a la mismísima y temida Parca. 
Dicen que en la noche de difuntos, esa frontera entre la vida y la muerte se abre durante unas horas, y los espíritus de los muertos nos visitan. Es sin duda una metáfora en la que los espíritus representan esa incertidumbre, esas dudas que nos corroen por dentro, al no saber qué será de nosotros cuando llegue el momento de morir. 
Esa perplejidad por lo desconocido, la han sabido trasladar al arte miles de pintores, escritores, etc. Aún recuerdo la primera vez que leí las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, aquella letanía de la rima LXXIII, “Dios mío, qué solos se quedan los muertos”. 
Cuando yo era pequeño, mi abuela Antonia me contaba que cuando ella era joven, había la tradición de subir al cementerio en la noche de difuntos, para rezar, encender velas y mostrar respeto por todos los familiares que ya no están en este mundo. Se escuchaban algunos llantos provenientes de las mujeres que guardaban luto, las conversaciones a media voz de los hombres en la puerta del cementerio, etc. También se comían los dulces típicos de esas fechas. Decía mi abuela que más de una noche pudo ver los fuegos fatuos, que eran, según ella, unas lucecitas brillantes que salían de la tierra donde estaban enterrados los muertos. Ella estaba convencida de que aquellos extraños fuegos eran las almas de los difuntos. En realidad es un fenómeno químico relacionado con varias materias, entre ellas el fósforo, aunque es más bonito pensar que son las almas elevándose. 
Aquella tradición se ha perdido, lamentablemente. Ahora, esa noche tan mágica ha sido profanada por el marketing de Halloween. Todas las tiendas engalanadas con las calabacitas de plástico, telarañas y demás artilugios. Los niños disfrazados llamando a las casas para pedir caramelos al grito de “truco o trato”. Las discotecas organizando fiestorros aprovechando el tirón de la terrorífica noche… 
En fin, los tiempos cambian (a veces a peor) y con ellos las costumbres. Yo soy de la idea de que hay que defender las tradiciones que enriquecen a los pueblos, y desechar las que los empobrecen. Ya me entienden ustedes, ¿verdad? Pues eso. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

16 oct 2014

CON EL MAZO DANDO

“La Guardia Civil deja inconsciente a palos a un inmigrante y lo devuelve atado de pies y manos a Marruecos”. Con este titular, publicado por algunos periódicos, se daba a conocer la actuación de la Benemérita en la frontera melillense el pasado día 15 de octubre. Lamentablemente, no es la primera vez que titulares de semejante calibre aparecen en la prensa. Uno siente impotencia al ver (porque también hay videos) cómo se pisotean los Derechos Humanos en nuestro país. 
Con estas actuaciones, la Guardia Civil incumple claramente la Ley de Extranjería, el convenio bilateral con Marruecos e incluso su propio protocolo operativo. Las imágenes que la ONG Prodein ha difundido no dejan lugar a dudas, los agentes españoles incumplen la ley. Recordemos que el coronel de la Guardia Civil que ha dirigido este polémico operativo, Ambrosio Martín Villaseñor, está imputado por ordenar devoluciones en caliente. Las tristemente famosas devoluciones en caliente no son nuevas, pues los Gobiernos del PP y del PSOE llevan efectuándolas desde hace unos 13 años. Estas prácticas son ilegales porque, como decía antes, incumplen la Ley de Extranjería, por la cual, las personas que accedan a España deberán de ser trasladadas a dependencias policiales, donde se les abrirá un procedimiento de expulsión con asistencia letrada e intérprete, y con la posibilidad de solicitar asilo. Con las devoluciones en caliente estos derechos no se respetan. Eso, sin mencionar la “lluvia” de palos que les caen a las personas que intentan saltar la dichosa valla, gentileza de la Guardia Civil al amparo del Ministerio del Interior y del Gobierno de España. 
Por desgracia, el llamado Instituto Armado, también es utilizado de vez en cuando por el Gobierno para otros fines, como la represión del movimiento obrero, estudiantil o simplemente ciudadano. Aunque para esos menesteres ya estén las UIP (Unidades de Intervención Policial). Pero bueno, ese es otro asunto. 
No quisiera concluir este artículo sin mencionar que también hay agentes que cumplen con su deber sin tener que incumplir la ley. Personas con vocación de servicio, dispuestos siempre a ayudar a los demás. Conviene reseñar esto, sobretodo para que no me cojan demasiada antipatía las señoras y señores agentes de Arcos y pedanías. Ya saben que mi crítica es siempre constructiva. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

9 oct 2014

PASEANTES

Con la llegada del otoño comienzan de nuevo mis paseos por el campo. En octubre, empiezan ya a desplomarse las primeras hojas amarillas de los árboles, formando una extensa y crujiente alfombra que da gusto pisar cuando vamos caminando. 
El paseo es una reconciliación con uno mismo, un ejercicio, evidentemente físico, pero también mental. Caminar por algún carril, o campo a través, es una manera de meditación. El paseante (que no tiene nada que ver con esa moderna plaga a la que yo denomino “hombres/mujeres Decathlon”, y que de un tiempo a esta parte inunda tanto el campo como la ciudad) es una persona que busca con sus paseos, estar a solas con la naturaleza y reflexionar sobre lo importante de la vida. También es un observador, un investigador, un curioso. 
Pasear por la ciudad es otra cosa totalmente diferente, aunque también muy recomendable. En otoño, perderse por las callejuelas del centro de alguna ciudad, o caminar por avenidas casi interminables, y observar a la gente y sus prisas, el tráfico, los edificios, las tiendas, los parques, etc. 
Aunque, sin lugar a dudas, el paseo que más me atrae es caminar junto al mar. Ahora que ya los veraneantes han desaparecido totalmente de las playas, ni sombrillas, ni bañistas, ni el ajetreo reinante que en otras fechas lo inunda todo. Sólo nuestras pisadas y el sonido de fondo que produce el mar. Me pasaría las horas muertas mirando el océano, sentado frente a ese inmenso atlántico, hasta que el horizonte, inevitablemente, se trague al Sol. ¡Qué pena no tener el mar más cerca de la sierra! Pero siempre nos quedará el lago, con la silueta de Arcos de la Frontera al fondo, toda una joya para paseantes y fotógrafos. También tenemos a un tiro de piedra el maravilloso sendero del río Majaceite, en El Bosque. Un lugar lleno de magia, donde poder caminar tranquilamente (siempre que no sea fin de semana) o sentarse junto a la orilla a leer un libro, o simplemente mirar el cauce. Muy recomendable es la opción de seguir por el río hasta llegar a Benamahoma, y una vez allí, pedir una tapa y un par de vinos en El Bujío, y vuelta al sendero. Nuestra sierra está plagada de sitios hermosos para pasear tranquilamente. 
¡Ay! Pasear…, casi nadie lo hace ya por mero placer. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

RECUERDOS Y MITOS

Cuando uno llega a una cierta edad, los recuerdos de la infancia se multiplican. Hay quienes los esquivan, huyendo de la posible melancolía, yo en cambio, hago todo lo posible por recordar los detalles, por insignificantes que puedan parecer, de aquella época. Varias veces he plasmado en esta columna retazos de esos recuerdos de la niñez. Este curso, en el que estoy en una clase de Infantil de 3 años, trabajar con ellos está siendo una constante remembranza de la infancia, que -como ya dijera Rilke- es la verdadera patria del hombre. Una imagen, un olor, me transporta de repente a aquella guardería o a aquel colegio donde me enseñaron lo básico para defenderme en este sistema depredador. Cuando se es pequeño uno se crea sus mitos, ya sean musicales, deportivos, etc. Luego pasa el tiempo y descubrimos que los pies de aquellos mitos eran de barro. A los 6 años, yo quería ser futbolista, como Butragueño, y también quería ser legionario, pues a veces, los veía desfilar desde mi balcón. Sirvan estos dos ejemplos para ilustrar esos mitos con pies de barro a los que me refería antes. Entonces mi equipo era el Real Madrid, y años después me desligué totalmente de esa idea, pues comprendí que el fútbol moderno, y sobre todo esa “liga de los ricos”, con equipos construidos desde la chequera, no era deporte, sino puro negocio. Tengo que confesar que desde hace años me gusta el Athletic de Bilbao, pero esa es una larga historia que dejaré para otro momento. 
El ejemplo de la Legión, pues ya se imaginarán, en el momento que pensé un poquito, vi que la realidad de esa fuerza militar era terrible, y que esos desfiles sólo eran la frágil fachada de la casa de los horrores. Sólo hay que consultar la historia para darse cuenta. 
Fíjense, el otro día, los informativos daban la noticia de que 5 legionarios del tercio Alejandro Farnesio con base en Ronda habían sido procesados por torturas en Iraq. Don Miguel de Unamuno tenía razón. 
Y para cerrar este artículo, y ya que estamos con el tema de la infancia, recuerdo que mi madre me llevó a una feria y me subió en unos ponis que daban vueltas y vueltas. Yo me sentí incómodo, las caras de aquellos animales transmitían una inmensa tristeza. El domingo en la Feria de San Miguel volví a ver aquella tristeza en los ojos de los ponis. ¡Qué crueldad! 

Miguel Ángel Rincón Peña.

24 sept 2014

DIFUARCOS

Hace ya dos años que cambié de centro de trabajo, pero aunque haya pasado el tiempo, lo recuerdo con mucho cariño. En el aula específica del CEIP San Francisco de Arcos de la frontera, pasé los que, seguramente, fueron los mejores años desde que me dedico a esto de la educación especial. Aquellas compañeras aún son mis compañeras, y aquellos niños y niñas, aún son “mis niños”. Así los considero yo, porque el paso del tiempo no siempre significa olvido. Y es que, el ser maestro, profesor o monitor de educación especial, es mucho más que un simple trabajo, es una devoción que uno (si no hubiera que pagar facturas) haría aunque no le pagasen ni un sólo euro. 
Me he acordado ahora de todo esto porque acabo de leer en este periódico, que la asociación Difuarcos por fin inauguró, hace unos días, su sede local. Difuarcos nació, en cierta manera, en el aula específica del San Francisco. Porque las madres y padres del alumnado del aula son, ante todo, unos luchadores natos, a eso no hay quién los gane. Yo creo que sus hijos los hacen ser así, mejores personas. Estos niños reparten dosis de amor y cariño sin pedir nada a cambio, y cuando nos miran a los ojos, transmiten algo que es imposible de plasmar en el papel. Eso, queridos lectores, hay que vivirlo por uno mismo. Yo, cada día soy mejor persona porque esos pequeños (en estatura, grandes en corazón), me enseñan a serlo, y por ello, y por muchas cosas más, les estoy profundamente agradecido. 
En fin, como iba diciendo, esas madres y padres, con la ayuda de Fegadi (inmenso trabajo el de esa federación) y los profesionales de la citada aula específica, han conseguido abrir un espacio para que sus (mis) niños, puedan seguir recibiendo una atención especializada sin tener que desplazarse a otras localidades vecinas. Un pueblo como Arcos, necesitaba algo así desde hacía tiempo, y han tenido que ser estos familiares los que hayan dado el paso adelante, sirviendo de digno ejemplo a las instituciones públicas, que como casi siempre, suelen ir muy por detrás de las necesidades reales de la gente. Dicho esto, tal y cómo está el patio, es de agradecer que el ayuntamiento haya colaborado en algo tan importante para Arcos. Mi enhorabuena a todas las partes implicadas, y feliz Feria a todos/as. 

Miguel Ángel Rincón Peña. 

11 sept 2014

MASTERS OF SEX

Ayer me encontraba leyendo las noticias de la sección de ciencia, y me topé con un titular muy curioso: “La ciencia busca las mejores posturas sexuales para evitar daños en la espalda”. 
Como yo tengo algunos problemillas de espalda, seguí leyendo para enterarme de que un estudio científico había utilizado sistemas de captura de movimientos infrarrojos y electromagnéticos, como los que se usan en los videojuegos, para hacer un seguimiento del modo en el que se mueven las columnas de 10 parejas en 5 de las posturas más usadas. Esto me recordó el Kamasutra, antiquísimo texto hindú que trata sobre el comportamiento sexual humano. La mayoría lo consideran simplemente un libro de posturitas, pero es mucho más que eso. Sólo hay que zambullirse en sus páginas para comprobar toda su profundidad. También me vino a la mente, el libro de Thomas Maier titulado Masters of sex, en el que se narran todas las dificultades y censuras que padecieron tanto el ginecólogo William Masters como la psicóloga Virginia Johnson para realizar unos estudios pioneros sobre la sexualidad a mediados de los años 60 y que cambiaron el modo de ver las relaciones de pareja en la sociedad americana de aquella época. Además, existe una serie de televisión de idéntico título, basada en dicho libro y que merece la pena su visionado.
En fin, que seguí leyendo la noticia y venía a decir que los científicos, parece ser que han documentado por primera vez la forma en la que se mueve la columna vertebral durante el sexo y han descrito el por qué ciertas posiciones son mejores que otras para evitar las dichosas molestias en la espalda. Natalie Sidorkewicz, autora del artículo asegura que: “Hasta ahora, la posición de la cuchara se recomendaba como una buena postura para hombres y mujeres. Pero hemos descubierto que no es el caso, la del estilo perro es mejor”. 
Algo que no venía en la noticia y que me gustaría saber, es cuánto dinero habrá costado realizar este estudio. Seguro que una pasta. Yo creo que, con la mucha o la poca experiencia adquirida en estos menesteres sexuales, los que tenemos problemas de espalda seguramente sepamos buscar la posición más cómoda sin necesidad de estudios científicos. Pero bueno, como nunca está de más, hagámosle caso a la doctora Sidorkewicz y dejemos la cuchara solamente para cuestiones gastronómicas. 

Miguel Ángel Rincón Peña

3 sept 2014

PACIENTE

De vez en cuando tengo que ir a visitar a mi médico de cabecera, en mi caso es una doctora. Raro es el día que no va la cosa con retraso. Así que como buen paciente, tomo asiento y si tengo algo para leer lo leo, o me entretengo manoseando el móvil cual zombi moderno. Otras veces observo a las demás personas reunidas en la sala de espera. El otro día había una madre con su hija, de unos siete u ocho años de edad. La niña no quería entrar a la consulta ni a tiros. Ese miedo infantil a las batas blancas es intrínseco al ser humano, creo yo. Al menos a mi me pasaba cuando era pequeño, luego con el tiempo logré superar ese pánico (hay quienes no lo superan nunca). También había, un par de asientos más a la izquierda, una pareja de jubilados. La señora sujetaba en su mano un pastillero mientras el marido iba cogiendo pastillitas y tragándoselas con la ayuda de una botellita de agua mineral. 
Cada cierto tiempo se abre la puerta de la consulta y van saliendo y entrando pacientes impacientes. 
Normalmente suelo llegar cinco minutos antes de mi hora asignada para que no se me pase el turno, así que siempre tengo que esperar. En realidad no me importan demasiado las esperas, estoy acostumbrado a ellas, siempre que no sean excesivas. Y cuando por fin me toca, entro, saludo a la doctora, me extiende la receta, intercambiamos algunas palabras y me voy. Con suerte, media hora de espera para tan sólo cinco minutos de consulta, como mucho. Pero así funciona esto. Es lo normal y me gusta que duren poco mis visitas. Tengo que decir que estoy bastante contento con mi doctora, es una buena profesional, y además simpática. ¡No se puede pedir más! En mi larga experiencia como paciente me he encontrado con médicos que, no digo que fuesen malos profesionales, pero te echaban para atrás con sólo una mirada. El paciente, además de atención sanitaria, también necesita comprensión y amabilidad. Pero bueno, hay que ponerse en la piel de los sanitarios, y más en estos tiempos de recortes. 
Pues como decía antes, no me importa esperar, en la cola del banco, en la del supermercado, en la panadería, en los atascos de tráfico… la vida es una larga espera y hay que tomársela con toda la filosofía posible para no desesperar. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

13 ago 2014

EL SUEÑO ETERNO

Era yo un niño cuando la vi por primera vez. Creo que fue en invierno, porque llovía y aún teníamos puesta la mesa camilla. Lo recuerdo bien. Después del Telediario echaban una película llamada “El sueño eterno”, muchos años después descubrí que estaba basada en la novela de mi admirado Raymond Chandler. A mí solían aburrirme bastante aquellas películas en blanco y negro, y rara era la vez que no acababa dormitando en el sillón. Pero con aquella película, no se por qué, sucedió todo lo contrario, me enganché a ella, y eso que el argumento era bastante enrevesado. Puro cine negro (film noir) con una pareja de estrellas llamadas Lauren Bacall y Humphrey Bogart, y con unos diálogos difícilmente superables. Recuerdo que Lauren Bacall brillaba como una auténtica estrella en aquel firmamento de celuloide. Tenía unos ojos, y una mirada que hacía que se te olvidara todo el argumento de la película cada vez que la cámara la enfocaba con aquellos míticos primeros planos.
De vez en cuando suelo volver a ver algunas de aquellas estupendas películas del cine negro… “El halcón maltés”, “La mujer del cuadro”, “La senda tenebrosa”, “Cayo Largo” y tantas otras obras de arte que nos dejó el género. 

El martes pasado estaba yo trasnochando un poco y me enteré por un diario digital que Lauren Bacall, la gran musa, la mujer fatal, había fallecido a los 89 años (ahí es nada) en su apartamento neoyorquino, en el mítico edificio Dakota, el mismo donde asesinaron a John Lennon o donde Roman Polanski rodara “La semilla del diablo”. ¡Cuánta historia en un mismo lugar! 
Es curioso, pero fue enterarme de la trágica noticia y venirme a la mente aquel día del que les hablaba antes: Ronda, mediados de los ochenta, invierno…, y frente a la tele, un niño que se deslumbraba con el tándem Bacall – Bogart, y así, sin darse cuenta, aquel pequeño se enamoraba irremediablemente del séptimo arte

En marzo de este año, después de ver “Tener y no tener” le escribí un sencillo Haiku como homenaje personal a Lauren Bacall, el cual reproduzco a continuación como cierre de la columna de esta semana: 

Fue un poema 
escrito en el viento 
y en sus ojos.










Miguel Ángel Rincón Peña.

8 ago 2014

EL PESCADOR

El otro día tuve la oportunidad de mantener una interesante conversación con un pescador gaditano. Cuánta sabiduría hay en la gente del pueblo, en esa gente anónima que está aguantando como puede este chaparrón, convertido ya en diluvio, llamado por los políticos “Crisis” y al que nosotros (el pescador y yo) convinimos en llamar “Estafa”. 
Aquel pescador me estuvo explicando cómo era su trabajo, tenía un barquito y salía al mar con sus compañeros a buscarse la vida. Antes que él lo hizo su padre, y también su abuelo. El mar es bellísimo cuando se ve desde la orilla o navegando por placer, pero cuando se tiene que trabajar en un barco, el mar puede ser muy duro, y este hombre daba fe de ello. 
Hablando surgieron diversos temas, desde el futbolístico (el hombre es cadista por los cuatro costados), hasta el conflicto con Gibraltar. En su opinión, los políticos, sobre todo los de la derecha española, suelen utilizar a Gibraltar como maniobra de distracción ante los verdaderos problemas que atañen a los españoles. A pesar de que el gobierno de la roca, pueda perjudicar a los pescadores andaluces, este buen hombre dijo una frase que refleja su manera de ser: “Gibraltar debería ser lo que quieran los gibraltareños, y no lo que decidan desde los despachos de Madrid o Londres”. Ante esto, cada cual tendrá su opinión, tan respetable, seguro, como la de este humilde pescador. Además, me ponía un ejemplo: “Tú ves a toda esa gente que van diciendo eso tan manido y manipulado del “Gibraltar español”, pues a esos no los verás protestar por los desahucios, ni en las manifestaciones de las mareas de indignados”. 
Luego hablamos también de los sobres de Bárcenas y de toda esa corrupción que se va destapando en las élites del poder. “A la clase obrera nos tienen apretándonos cada vez más el cinturón y toda esa gente mangando dinero y llevándoselo a sus cuentas en paraísos fiscales. No hay derecho”. Mientras aquel pescador me estaba contando sus cosas, iba dándole vueltas a un pequeño llavero con un ancla en su extremo. Decía que era como una especie de amuleto. Dentro del barco también había otro “amuleto”, una estatuilla de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. “Yo no soy muy creyente, pero por si acaso”, me dijo con una sonrisa en los labios. 

Miguel Ángel Rincón Peña 

31 jul 2014

“CHIEN ET LOUP”

Hoy, queridos lectores, les escribo desde una hermosa playa, a medio camino entre las localidades de Barbate y Zahara de los Atunes. Es una playa tranquila, a pesar de que el agua está bastante fría para mi gusto y acaba de saltar un incipiente levante. 
Mientras le doy a la tecla, alzo la vista y echo una ojeada alrededor. A mi derecha, a unos veinte metros, hay una familia comiendo sandía y bebiendo tinto de verano. A mi izquierda, una pareja de jóvenes tortolitos se expanden crema solar entre risas y delicadas caricias. 
La marea está subiendo, son las cuatro de la tarde y el señor Lorenzo pega fuerte desde allá arriba. Miro al mar, lo escucho. Tiene algo de hipnótico el sonido del mar, las pequeñas olas que van a morir en la orilla, dejando esa blanca espuma, como un último hálito de vida. 
Hay un niño con su padre construyendo un castillo de arena, tiene cuatro torres, y aunque le ponen tesón, saben que la mar terminará por destruirlo dentro de muy pocas horas. Como defensa, le han añadido una muralla. La esperanza es lo último que se pierde, dicen. 
La sombrilla se mueve más de lo normal sobre mi cabeza, el vientecillo se va envalentonando poco a poco. 
Mientras pienso si bañarme o no, abro la pequeña neverita de corcho blanco y cojo una cerveza. Las cervezas saben mejor frente al mar. Le doy el primer sorbo y veo pasar por la orilla a un grupito de risueñas veinteañeras con sus senos al aire, desafiando todas las leyes de la gravedad conocidas y por conocer. ¡Juventud, divino tesoro…! En fin, ya saben, el verano tiene estas cosas. 
Y entre una cosa y otra, pasa la tarde, y ya van a dar las nueve y cuarto. Al Sol se lo acaba de tragar el horizonte, y los que estamos en este lado del charco nos quedamos con una indecisa luz que hace que todo se serene. A eso lo llaman en Francia “entre chien et loup” o algo así. Es el momento idóneo para pasear tranquilamente por la orilla, contemplar la silueta del mar, seguir con la mirada las bandadas de gaviotas surcando el cielo apagado, en lo que serán sus últimos vuelos por este día que va pereciendo. 

Miguel Ángel Rincón Peña