Hace unos días, se realizó un acto en la localidad vallisoletana de Tordesillas que retrata lo más oscuro del ser humano. El evento lleva por nombre “el Toro de la Vega” y se realiza coincidiendo con los festejos en honor de la Virgen de La Peña, patrona de dicho pueblo. El “festejo” consiste en soltar a un toro que será lanceado por una multitud que nos recuerda que el Hombre a veces puede ser infame y cruel. Esta tortura duró poco más de treinta minutos y acabó con la vida de Moscatel, un astado de 540 kilos, abatido de un lanzazo por un caballista (por llamarle de alguna manera), que no pudo recoger el premio por no haber cumplido las normas, según las cuales, el animal no puede ser herido antes de llegar a campo abierto, adonde suele dirigirle su instinto ante el feroz acoso al que le someten decenas de caballistas y mozos portando lanzas. Esta brutalidad se repite todos los años, y todos los años se producen reacciones de protesta en todo el país, incluso en otros países. Esta vez el cantante de Celtas Cortos, Jesús Cifuentes, encabezó una de las manifestaciones de protesta que recorrió Pucela.
Por estos lares serranos también hay afición a la suelta de toros y vaquillas por las calles, en Arcos, en Grazalema, etc. Jóvenes y no tan jóvenes corretean al animal que atado a una cuerda o libre trata de escapar del laberinto en el que los organizadores del evento le han metido. Este año en el toro de cuerda de Grazalema murieron dos toros. Un hecho significativo.
Conozco escritores, columnistas algunos, que comentando este tema, me decían que ellos no se decidían a escribir sobre estos festejos taurinos, pues corrían el riesgo de echarse a la gente encima y no querían suscitar una polémica innecesaria. Un servidor que, sin ningún ánimo de ser polémico, sólo busca dar una opinión personal, no puede quedarse impasible ante atrocidades tales como la del Toro de la Vega y otros mal llamados festejos taurinos. Creo que los animales no están para la diversión del Hombre. Ni los toros tienen por qué ser torturados ni morir en las plazas o correteados por las calles de los pueblos, como tampoco los leones, los tigres, los elefantes o los chimpancés, tienes que divertir a nadie en los Circos. No son juguetes, son seres vivos, como usted que lee esto o como yo que lo escribo. Estamos en el siglo XXI y algunos aún no se enteraron.
Por estos lares serranos también hay afición a la suelta de toros y vaquillas por las calles, en Arcos, en Grazalema, etc. Jóvenes y no tan jóvenes corretean al animal que atado a una cuerda o libre trata de escapar del laberinto en el que los organizadores del evento le han metido. Este año en el toro de cuerda de Grazalema murieron dos toros. Un hecho significativo.
Conozco escritores, columnistas algunos, que comentando este tema, me decían que ellos no se decidían a escribir sobre estos festejos taurinos, pues corrían el riesgo de echarse a la gente encima y no querían suscitar una polémica innecesaria. Un servidor que, sin ningún ánimo de ser polémico, sólo busca dar una opinión personal, no puede quedarse impasible ante atrocidades tales como la del Toro de la Vega y otros mal llamados festejos taurinos. Creo que los animales no están para la diversión del Hombre. Ni los toros tienen por qué ser torturados ni morir en las plazas o correteados por las calles de los pueblos, como tampoco los leones, los tigres, los elefantes o los chimpancés, tienes que divertir a nadie en los Circos. No son juguetes, son seres vivos, como usted que lee esto o como yo que lo escribo. Estamos en el siglo XXI y algunos aún no se enteraron.
Miguel Ángel Rincón Peña