Queridos lectores, hoy les escribo este artículo desde los Caños de Meca. Harto como estaba ya de tanto ruido, dejé la sierra y me vine al mar, a caminar por la arena, a buscar calas perdidas, a observar el océano y al encuentro de la paz interior que tanto buscamos a diario.
Los Caños es un buen lugar para perderse, para dejar la mente en blanco mirando el horizonte.
Esta mañana fui a dar un paseo por el pueblecito, el cual está lleno de mercadillos regentados por personas con una clara tendencia hippie. Siempre me han entusiasmado los mercadillos de ese tipo (bueno, a mi pareja mucho más que a mi), y entre pulseras, pendientes, tobilleras y un sinfín de productos de cuero artesanales, me encontré con unos curiosos paquetitos. Yo, que también soy muy curioso, le pregunté a la chica del puesto sobre aquellos paquetitos. La muchacha, descalza, con una falda con un gran elefante dibujado y una camiseta de tirantas con el símbolo de la paz, me explicó que esos paquetitos contenían cigarrillos de la India llamados Biris. Yo no soy fumador, no me gusta el tabaco, pero me compré estos cigarrillos por probar su sabor (y porque a veces compro cosas inútiles sin ninguna razón aparente). Cuando llegué al apartamento donde estamos alojados mi compañera y yo, encendí el ordenador y busqué en Internet los cigarrillos indios biris, ya saben, por curiosidad, y lo que leí, después de mucho buscar, no me gustó. Uno de los muchos titulares que pude leer fue el siguiente: “Cientos de miles de niños trabajan en la industria invisible del tabaco indio biri. En lugar de dibujar o escribir, los diminutos dedos de cientos de miles de niños lían a diario los cigarrillos más populares en la India, una actividad opaca que perjudica su salud y les niega el derecho a la educación“. Uno se indigna y con razón, pero las multinacionales occidentales también explotan a niños en el tercer mundo y aquí nadie dice ni pío y seguimos consumiendo sus productos como si nada. Lo que sí me gustaría decirle a la chica de la camiseta de la paz, es que se entere mejor de lo que vende en su puesto del mercado, de nada valen las camisetitas con logos pacifistas si después se hace negocio con el sufrimiento de otros, en este caso, de niños indios.
Los Caños es un buen lugar para perderse, para dejar la mente en blanco mirando el horizonte.
Esta mañana fui a dar un paseo por el pueblecito, el cual está lleno de mercadillos regentados por personas con una clara tendencia hippie. Siempre me han entusiasmado los mercadillos de ese tipo (bueno, a mi pareja mucho más que a mi), y entre pulseras, pendientes, tobilleras y un sinfín de productos de cuero artesanales, me encontré con unos curiosos paquetitos. Yo, que también soy muy curioso, le pregunté a la chica del puesto sobre aquellos paquetitos. La muchacha, descalza, con una falda con un gran elefante dibujado y una camiseta de tirantas con el símbolo de la paz, me explicó que esos paquetitos contenían cigarrillos de la India llamados Biris. Yo no soy fumador, no me gusta el tabaco, pero me compré estos cigarrillos por probar su sabor (y porque a veces compro cosas inútiles sin ninguna razón aparente). Cuando llegué al apartamento donde estamos alojados mi compañera y yo, encendí el ordenador y busqué en Internet los cigarrillos indios biris, ya saben, por curiosidad, y lo que leí, después de mucho buscar, no me gustó. Uno de los muchos titulares que pude leer fue el siguiente: “Cientos de miles de niños trabajan en la industria invisible del tabaco indio biri. En lugar de dibujar o escribir, los diminutos dedos de cientos de miles de niños lían a diario los cigarrillos más populares en la India, una actividad opaca que perjudica su salud y les niega el derecho a la educación“. Uno se indigna y con razón, pero las multinacionales occidentales también explotan a niños en el tercer mundo y aquí nadie dice ni pío y seguimos consumiendo sus productos como si nada. Lo que sí me gustaría decirle a la chica de la camiseta de la paz, es que se entere mejor de lo que vende en su puesto del mercado, de nada valen las camisetitas con logos pacifistas si después se hace negocio con el sufrimiento de otros, en este caso, de niños indios.
Miguel Ángel Rincón Peña