Esta semana, a través de un amigo, he podido conocer a una persona muy interesante. Se llama Manuel G. H. y es vecino de un pueblo de la sierra de Cádiz. Mi amigo me habló de él porque al parecer tenía una historia que contar y podía interesarme. Como yo me apunto a cualquier tipo de bombardeo, allá que fui a conocerle y a escuchar esa historia tan interesante que tenía que contar.
Manuel, que supera con alegría los 60 años, vive en un pueblo blanco, en una casita encalada, allí nos esperaba sentado en una silla de enea a la orilla de una buena chimenea. Nos presentamos y antes de continuar me pidió que si escribía algo de lo que me iba a contar obviara sus datos personales. Y es que la historia que me narró Manuel es de esas que cuesta creer si no eres tú el protagonista. Manuel está jubilado, pero tiene unas tierras en las cuales sembró un huerto, según él, para entretenerse y pasar las tardes. El pasado viernes, día 23, estaba en su huerto, a punto de marcharse ya porque se le hacía de noche, y se dirigió a la cancela para abrirla, en ese instante escuchó un zumbido que lo paralizó. Estuvo así unos segundos, quieto, escuchando ese sonido, hasta que se volvió y pudo ver un gran objeto gris sin una forma determinada, sólo se acuerda de que era muy grande, no tenía ningún tipo de luz y estaba suspendido en el aire, emitiendo aquel extraño zumbido.
También se dio cuenta de un detalle curioso, y es que su perro, acostumbrado a ladrar a todo desconocido, en aquel momento se encontraba dentro de un bidón metálico con el rabo entre las patas. El sonido se hacía cada vez más intenso, según Manuel, le atravesaba la cabeza como una aguja. Estuvo así un par de minutos hasta que el objeto desapareció. Al llegar a casa miró la hora de su reloj de pulsera, pero las manillas estaban rotas. Afirma que el dolor de cabeza le ha durado dos días, y dice que aún hay ratos que siente alguna punzada. También me dijo que un vecino que se hallaba cerca también pudo oir aquel sonido misterioso, pero se negó en rotundo a comentar nada de ese tema.
Estuve con Manuel en su casa, me enseñó el reloj roto, me llevó a su huerto, comprobé que el perro ladraba de lo lindo, etc. Qué quieren que les diga, si siguen esta columna de opinión sabrán que soy bastante escéptico sobre estos temas, pero tenía que escribir la historia del dichoso zumbido, porque no sucede todos los días que le cuenten a uno estas cosas tan extrañas (y es que, lo que no me pase a mi...)
Ahora que cada cual piense lo que quiera. Feliz año nuevo.
Miguel Ángel Rincón Peña