En tiempos como los que vivimos en este país, con más de cinco millones de desempleados, tener trabajo se convierte en un hecho casi mítico. Si a eso añadimos que el trabajo que ejercemos nos gusta y nos hace crecer como personas, pues ya es para estar más que satisfecho.
Uno ve demasiadas veces, a personas que buscan trabajo desesperadamente y aceptan cualquier cosa, da igual lo que sea, lo importante es trabajar y ganar dinero, y es totalmente comprensible.
También están los que van al trabajo como quien va condenado al garrote vil, y se pasan toda la jornada laboral mirando el reloj, deseando que sea la hora de concluir e irse a casa. Y luego todo el día quejándose del sueldo, del compañero, del jefe, etc. Seguro que todos conocemos a gente en esa situación.
Hace unos días, estaba yo sentado en la barra de un bar tomando un café y ojeando el periódico (sitios así suelen ser una mina para los columnistas de opinión), y al lado había un par de jóvenes hablando. Inevitablemente, cuando se está aburrido, uno tiende a escuchar los comentarios de alrededor. Estaban discutiendo sobre fútbol, que si el Madrid que si el Barcelona y de ahí pasaron al tema laboral, al parecer eran compañeros en una fábrica. Pues en un cuarto de hora pusieron verde desde el primer cliente hasta el último compañero habido y por haber. Vaya repaso que dieron los muchachos. Uno de ellos decía que estaba deseando que le saliera otro trabajito para largarse de aquel cuchitril.
Cuando escucho cosas así, me alegro enormemente de tener el trabajo que tengo. Y es que poseo la gran suerte de trabajar en la educación especial. También es una suerte tener los compañeros que tengo y más suerte aún, tener a los alumnos que tengo. Unos alumnos que aunque no hablan demasiado, en una mirada encierran todo un mundo lleno de sensaciones. Ellos tienen unas capacidades diferentes y día a día nos ofrecen una lección de cariño y superación personal. Por todo eso, esta columna va dedicada a ellos, a sus padres, a las monitoras Agus y Nieves, al taxista Adolfo, a las maestras Paqui y Mª José, a Fegadi, y en especial a Juani, la tutora del aula específica del CEIP San Francisco. Entre todos, hacen que la integración sea un hecho... en la escuela PÚBLICA.
Uno ve demasiadas veces, a personas que buscan trabajo desesperadamente y aceptan cualquier cosa, da igual lo que sea, lo importante es trabajar y ganar dinero, y es totalmente comprensible.
También están los que van al trabajo como quien va condenado al garrote vil, y se pasan toda la jornada laboral mirando el reloj, deseando que sea la hora de concluir e irse a casa. Y luego todo el día quejándose del sueldo, del compañero, del jefe, etc. Seguro que todos conocemos a gente en esa situación.
Hace unos días, estaba yo sentado en la barra de un bar tomando un café y ojeando el periódico (sitios así suelen ser una mina para los columnistas de opinión), y al lado había un par de jóvenes hablando. Inevitablemente, cuando se está aburrido, uno tiende a escuchar los comentarios de alrededor. Estaban discutiendo sobre fútbol, que si el Madrid que si el Barcelona y de ahí pasaron al tema laboral, al parecer eran compañeros en una fábrica. Pues en un cuarto de hora pusieron verde desde el primer cliente hasta el último compañero habido y por haber. Vaya repaso que dieron los muchachos. Uno de ellos decía que estaba deseando que le saliera otro trabajito para largarse de aquel cuchitril.
Cuando escucho cosas así, me alegro enormemente de tener el trabajo que tengo. Y es que poseo la gran suerte de trabajar en la educación especial. También es una suerte tener los compañeros que tengo y más suerte aún, tener a los alumnos que tengo. Unos alumnos que aunque no hablan demasiado, en una mirada encierran todo un mundo lleno de sensaciones. Ellos tienen unas capacidades diferentes y día a día nos ofrecen una lección de cariño y superación personal. Por todo eso, esta columna va dedicada a ellos, a sus padres, a las monitoras Agus y Nieves, al taxista Adolfo, a las maestras Paqui y Mª José, a Fegadi, y en especial a Juani, la tutora del aula específica del CEIP San Francisco. Entre todos, hacen que la integración sea un hecho... en la escuela PÚBLICA.
Miguel Ángel Rincón Peña