Recuerdo su mirada, su rostro curtido por los años y por el duro trabajo al sol. Telémaco Gutiérrez me recibió amablemente en su humilde casa. Fui a verlo hace un par de años para que me contara su historia. Telémaco fue hijo y nieto de republicanos. Su abuelo se recorrió cárceles y campos de trabajo y fue desterrado de su pueblo. Su padre fue alcalde del Frente Popular en Prado del Rey, torturado y asesinado. Telémaco me explicó cómo fue aquella escena en la que una noche, mientras cenaban, unos falangistas llamaron a su puerta y se llevaron a su padre Hilario. Recuerda que su madre cogió de la mano a su hermano y a él y salieron tras el coche. La sopa quedó en la mesa. A su padre nunca más lo volvieron a ver. Con el tiempo, su madre se enteró que lo habían enterrado cerca de Bornos. Telémaco creció con el estigma de ser el hijo de un rojo, le obligaron a bautizarse y cambiar de nombre, aunque todos sus vecinos le siguieron llamando Telémaco. Cuando hablé con él, me decía que no sabía mucho de política, pero sí sabía quiénes mataron a su padre, los falangistas, los fascistas.
Cuando murió Franco y llegó la “democracia”, Telémaco fue al registro y recuperó su nombre oficialmente. También intentó recuperar el trozo de tierra que se le expropió a su abuelo Frasquito Gutiérrez, pero eso fue más complicado. Frasquito fue el ideólogo del comunismo libertario en Prado del Rey, además de impulsor de la cultura local.
Ayer fue 18 de julio, día en el que hace ya 77 años, aquellos militares criminales se levantaron contra el legítimo gobierno de la República. Eso significó uno de los mayores errores de la historia, pues trajo una guerra infernal, muerte, dictadura, represión, hambre, embrutecimiento, etc. España pasó de tener una de las constituciones más progresistas del mundo a estar anclados en el conservadurismo sectario durante más de cuarenta años.
Desde aquí, mi reconocimiento y mi homenaje a todas aquellas personas que lucharon y sufrieron en sus carnes la represión y la muerte. A todas las personas que quedaron huérfanas y que tuvieron que resistir las embestidas de una dictadura sanguinaria. A Telémaco Gutiérrez, que murió hace poco, pero que vive en la memoria colectiva.