El otro día volví a leer ese maravilloso libro del gran escritor británico H. G. Well llamado El hombre invisible. Siempre que termino de leer un libro, busco si tiene su adaptación cinematográfica, y así, también vi la película del mismo título que data del año 1933, producida por la legendaria Universal Pictures.
¿Se imaginan ustedes poder ser invisibles? Cuántas cosas podríamos hacer sin que nadie nos viese. Las agencias de seguridad temblarían. Quizá la ciencia, en el futuro, pueda conseguir la invisibilidad de personas y cosas, mientras tanto tendremos que imaginarlo mediante libros como el que citaba al principio. Y es que los libros nos transportan por el espacio/tiempo a otros mundos, protagonizando aventuras y dándole sentido a la vida.
Siempre que hablo de libros, se me viene a la mente aquella novela distópica de Ray Bradbury que lleva por título Fahrenheit 451. Fantástico libro que me dejó enganchado y a cuya lectura recurro de vez en cuando. También tiene su versión cinematográfica.
Hace poco en un foro de internet, alguien se quejaba de los precios que tenían los libros, y eso le servía de excusa para no leer. Es verdad, no niego que determinados libros tienen un precio elevado para según qué bolsillos, sobre todo en estos tiempos, pero siempre nos quedarán las bibliotecas para tomar prestados todos los libros que queramos y poder leerlos tranquilamente sin perjuicio de nuestra economía. Lamentablemente, en este país, y seguramente en otros muchos, tenemos a las bibliotecas olvidadas. Esos templos que custodian el mayor tesoro de la Humanidad, los libros, cargados de historia, novelas, cuentos, poesía, etc. Ya lo dijo John Steinbeck “Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo”. En una sociedad como la nuestra y en unos tiempos como los que estamos atravesando, la cultura está siendo amenazada constantemente, ayer leía una entrevista a Muñoz Molina (ganador del príncipe de Asturias de las Letras) donde decía que con el pretexto de la crisis y de las nuevas tecnologías, cosas que estaban muy arraigadas puedan desaparecer, como la educación, las bibliotecas y las librerías.
Yo espero que eso nunca ocurra y que sigamos teniendo a mano bibliotecas y librerías donde poder adquirir a nuestros mejores amigos: los libros.
Miguel Ángel Rincón Peña