Eso de que nos vigilan continuamente, lo teníamos muy claro, pero ahora con las filtraciones de datos hechas por WikiLeaks estamos mucho más seguros de ello.
Es como el Gran Hermano a nivel mundial, si paseamos por la calle una cámara nos graba, si entramos a un establecimiento una cámara nos graba, si estamos sentados en el parque una cámara nos graba. Si encendemos el ordenador y nos conectamos a las redes sociales, somos espiados de una manera escandalosa. Hace unas semanas podíamos leer en los periódicos que el gobierno de los Estados Unidos tiene acceso directo a los datos y a los servidores de todopoderosas empresas de Internet como Google, Facebook, Apple o Yahoo. También, según el diario The Guardian, el gobierno de Obama, tenía acceso desde finales de abril al registro de llamadas de todos los clientes de Verizon, una de las compañías telefónicas más grandes del país.
WikiLeaks ha publicado recientemente la tercera entrega de los Spyfiles, aportando datos nuevos sobre el espionaje que los gobiernos (incluido el español) llevan a cabo sobre la población. Según Julian Assange, la industria de la vigilancia trabaja mano a mano con gobiernos de todo el mundo para ayudarles a espiar de forma ilegítima a sus ciudadanos.
Pero quizá la noticia que me ha dejado más “boquiabierto”, es la que daban fuentes de la Inteligencia europea en las que confirmaban que la agencia británica GCHQ ha pinchado el cable submarino que conecta España con Oriente Medio y Asia, para controlar en secreto las conexiones telefónicas y las de internet. O sea, que Londres espía todas las comunicaciones españolas.
Visto lo visto, si queremos tener algo de intimidad, pareceremos actores paranoicos en una película de espías, buscando lugares sin cámaras, apagando los móviles y sacando la batería y lo mismo con el ordenador. Vivimos encerrados en la casa del Gran Hermano, pero sin consentimiento por nuestra parte.
Con todas estas noticias de espionajes, manipulaciones, ataques preventivos, corrupciones, etc., dan ganas de hacerse anacoreta y retirarse lejos del mundanal ruido, o gritar aquello que decía Groucho Marx: "Paren el mundo que me bajo."
Miguel Ángel Rincón Peña