El pasado martes, 14 de enero, falleció en México Juan Gelman a los 83 años. Periodista y poeta argentino, considerado uno de los más importantes de habla hispana. Fue galardonado con numerosos premios, entre ellos, el Premio Cervantes ("El poeta no escribe para vivir, sino que vive para escribir", dijo al recibir el Cervantes) y el Premio de Literatura Latinoamericana.
Esta semana, voy a escribir una breve semblanza sobre Gelman, para que sirva como humilde homenaje desde esta columna de opinión.
Juan Gelman, nació en Buenos Aires, en 1930. Aprendió a leer a los tres años, comenzó a escribir poemas de amor cuando tenía tan sólo ocho años y publicó el primero de ellos a los once. A los quince años ingresó en la Federación Juvenil Comunista. Sin duda, fue bastante precoz. En los años sesenta comenzó a trabajar como periodista, dirigiendo diversas publicaciones. Luchó activamente contra la dictadura militar argentina, algunos miembros de su familia fueron secuestrados por los militares en aquella, tristemente famosa, “Operación Cóndor”, que acabó con la desaparición de miles de personas acusadas de “subversivas”.
A mediados de los años setenta, Gelman se exilió, residiendo sucesivamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México, y trabajando como traductor de la Unesco. Gelman siempre supo combinar con maestría la poesía con la militancia política y su defensa de los derechos humanos.
A pesar de las vicisitudes que pasó a lo largo de su vida, nunca dio señales de odio o ira, él supo apaciguar como nadie esos impulsos tan humanos y transformarlos en pura poesía, así, destacó por su gran capacidad para moldear su lenguaje poético con el fin de expresar su dolor, su vacío.
El 28 de octubre de 2013, el poeta, prediciendo su próxima muerte, escribió el que sería su último poema. Aquí os copio un extracto:
“Cada día/ me acerco más a mi esqueleto./ Se está asomando con razón./ Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada,/ él siempre preguntándome, sin ver/ cómo era la dicha o la desdicha,/ sin quejarse,/ sin distancias efímeras de mí.”
Miguel Ángel Rincón Peña