31 ago 2011

INDÍGENAS

A continuación, les expongo una carta ficticia escrita por un indígena de la amazonía. El texto, aunque ficticio, denuncia una situación muy real que la civilización occidental está llevando a cabo, en nombre del progreso, contra los últimos pueblos indígenas:

“Sé que lo que pido es casi imposible y una auténtica utopía para ustedes, pero también sé que lo imposible se hace posible a este lado del gran río.
En este lado los árboles nos protegen, nos dan alojamiento en sus robustas ramas, y en las oscuras cuevas dormimos como un lirón. La tierra nos da todo lo que necesito para alimentarnos y este caudaloso río sacia nuestra sed.
Aquí no ha llegado aún vuestra civilización, en esta tierra todos vivimos en hermandad.
En mi tribu tenemos unas reglas de convivencia que todos respetamos, desde niños la educación nos va haciendo hombres y mujeres curtidos, aprendemos a cazar, a interpretar las estrellas, a pescar, a nadar, a vivir y a morir.
Yo soy el chamán de mi pueblo, mis antepasados también lo fueron, generación tras generación hemos ido aprendiendo cómo curar, cómo sanar con yerbas medicinales, cómo interpretar los sueños, cómo separar el espíritu del cuerpo y entrar en contacto con otros entes.
Mi pueblo no tiene dioses, sólo creemos en el padre Sol, la madre Tierra y la hermana Luna. Todos los animales son nuestros hermanos y todos nuestros bienes son de la comunidad, nadie tiene más ni nadie tiene menos. ¿Puede su avanzada civilización decir lo mismo?
A mi Pueblo le gustaría que este estilo de vida siguiera adelante por mucho tiempo, no queremos que nuestra tierra sirva de especulación para sus gobiernos, ni de filón para sus multinacionales. Y no nos vengan diciendo que el progreso es imparable, para mi pueblo vuestro progreso es nuestra destrucción y una fuente segura de corrupción.
Queremos que nuestros hijos nazcan y crezcan en libertad y en concordancia con la naturaleza. No ambicionamos otra cosa que la de seguir siendo un pueblo unido, pacífico y sano. Sabemos que no es imposible.”

Miguel Ángel Rincón Peña



25 ago 2011

DIVAGACIONES A LA ORILLA DEL RÍO

Aún se puede observar el mágico arco iris entre las nubes blancas del cielo. El tic-tac del reloj inunda el silencio de este salón donde escribo ahora.
Desidioso, salgo al camino de tierra que lleva al río y empiezo a caminar sin rumbo definido. La tarde encierra en sus escondrijos miles de enigmas imposibles de resolver.
Al llegar a la orilla del río, puedo comprender que éste es igual que nuestra cíclica vida, su nacimiento, sus habitantes, su cauce… y me siento junto al transparente río a pensar, a buscar respuestas, a divagar, pues todo lo que queremos saber está sin duda alguna en la naturaleza.
El vientecillo de la libertad trae a mi mente recuerdos de otras tardes, de otras tierras. Empiezo a entender el idioma de las cosas y a ver con otros ojos el mundo que me rodea.
Me gustaría que vinieras a conocer todo lo que conozco yo, a caminar conmigo hasta el río, y quedarnos hasta que mengüe la tarde.

Y tras el largo día, tras el amor, tras las dudas y las certezas, sin remedio llega la profunda noche llevando su negra estampa hasta los lugares más remotos de nuestro corazón.
Su olor es inconfundible, su belleza incuestionable, su sonido vacío se clava en los oídos y su profundidad hace cerrar nuestros ojos. Así es esta noche aranera que nos embauca y seduce.
En los tejados de la inexperiencia maúllan los gatos de la incomprensión y en callejones sin salida ladran los perros a la luna y a su noche.
Y los escritores empiezan a escribir mientras los suicidas anudan su soga. Y los pintores dibujan a su musa en esta profunda y esquelética noche.
La noche es utópica y descabellada, como los hombres que la habitan. La noche es continente de infiernos, de moteles siniestros, de ases y copas.
En noches como esta, cuesta amanecer, las estrellas están tan cerca de nuestros ojos, de nuestras bocas, de nuestra piel… pero amanecerá y todo se esfumará con ella.

Miguel Ángel Rincón Peña



18 ago 2011

RATZINGER ZETA

España se paraliza. Los medios de comunicación nos quieren contagiar de la alegría y el gozo para el alma que supone la visita del obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de Pedro, siervo de los siervos de Dios, Santo Padre y Sumo Pontífice vaticano.
Yo, que soy un escéptico ateo, de esos que el Rouco Varela, mandaría sin dudarlo a la hoguera, pienso que el representante de Dios en la tierra y toda la jerarquía eclesiástica, llevan siglos equivocados. Y ustedes se preguntarán que quién soy yo para afirmar eso. Pues poca cosa, un juntaletras si acaso, pero me doy cuenta de la gran hipocresía vaticana. En la Biblia uno se imagina a Jesucristo como un hombre esencialmente bueno, un pacifista, una persona que lucha por la justicia social y por la libertad, que no dudó en entregar su vida en defensa de sus ideales.
¿Creen ustedes que el Papa Ratzinger y sus obispos son dignos representantes de aquel hombre? ¿Piensan ustedes que la Iglesia católica, a lo largo de su historia, actuó dignamente para llevar la palabra de Jesucristo a la humanidad? Mi opinión es tajante, allá cada cual con la suya. Una Iglesia que sólo ha buscado el poder a toda costa, que no se le cayeron los anillos en pactar con el franquismo y en sacar bajo palio a un dictador asesino, una Iglesia a la que no le tiembla el pulso en acusar a los homosexuales de enfermos mentales, etc., por no mencionar todas las barbaridades sanguinarias que hizo, por ejemplo, en la Edad Media a manos de la Inquisición (el término Inquisición hace referencia a varias instituciones, dependientes de la Iglesia Católica, dedicadas a la supresión de “la herejía”), cómo se puede llevar la palabra y las enseñanzas de un filósofo como Jesucristo, que predicaba el amor, la hermandad y la paz a base de guerras santas, de torturas y muerte.
No sería justo obviar que también hay una parte buena, que son los misioneros y los cristianos de base que luchan para cambiar la Iglesia desde dentro.
Así que, volviendo a la visita papal, yo no espero al Ratzinger (militante en 1939 de las juventudes hitlerianas). En vez de venir a Madrid los del JMJ, ya podrían viajar a Somalia, allí hacen más falta, y que prediquen así con el ejemplo y no con la teoría.

Miguel Ángel Rincón Peña



10 ago 2011

CIGARRILLOS BIRIS

Queridos lectores, hoy les escribo este artículo desde los Caños de Meca. Harto como estaba ya de tanto ruido, dejé la sierra y me vine al mar, a caminar por la arena, a buscar calas perdidas, a observar el océano y al encuentro de la paz interior que tanto buscamos a diario.
Los Caños es un buen lugar para perderse, para dejar la mente en blanco mirando el horizonte.
Esta mañana fui a dar un paseo por el pueblecito, el cual está lleno de mercadillos regentados por personas con una clara tendencia hippie. Siempre me han entusiasmado los mercadillos de ese tipo (bueno, a mi pareja mucho más que a mi), y entre pulseras, pendientes, tobilleras y un sinfín de productos de cuero artesanales, me encontré con unos curiosos paquetitos. Yo, que también soy muy curioso, le pregunté a la chica del puesto sobre aquellos paquetitos. La muchacha, descalza, con una falda con un gran elefante dibujado y una camiseta de tirantas con el símbolo de la paz, me explicó que esos paquetitos contenían cigarrillos de la India llamados Biris. Yo no soy fumador, no me gusta el tabaco, pero me compré estos cigarrillos por probar su sabor (y porque a veces compro cosas inútiles sin ninguna razón aparente). Cuando llegué al apartamento donde estamos alojados mi compañera y yo, encendí el ordenador y busqué en Internet los cigarrillos indios biris, ya saben, por curiosidad, y lo que leí, después de mucho buscar, no me gustó. Uno de los muchos titulares que pude leer fue el siguiente: “Cientos de miles de niños trabajan en la industria invisible del tabaco indio biri. En lugar de dibujar o escribir, los diminutos dedos de cientos de miles de niños lían a diario los cigarrillos más populares en la India, una actividad opaca que perjudica su salud y les niega el derecho a la educación“. Uno se indigna y con razón, pero las multinacionales occidentales también explotan a niños en el tercer mundo y aquí nadie dice ni pío y seguimos consumiendo sus productos como si nada. Lo que sí me gustaría decirle a la chica de la camiseta de la paz, es que se entere mejor de lo que vende en su puesto del mercado, de nada valen las camisetitas con logos pacifistas si después se hace negocio con el sufrimiento de otros, en este caso, de niños indios.

Miguel Ángel Rincón Peña


4 ago 2011

OPINIÓN

Son ya más de cien los artículos de opinión escritos para esta columna del Arcos Información. Una relación epistolar entre ustedes, los lectores, y este humilde articulista que dura ya varios años. En este tiempo, he podido escribir sobre los asuntos que más me han interesado o llamado la atención: política, cultura, crisis económica, historias de la calle, etc.

Hay quién me ha preguntado por qué mi columna de opinión se llama La Lanzadera, según el diccionario de la Real Academia Española, una lanzadera puede ser el vehículo capaz de transportar un objeto al espacio y situarlo en él, yo quise usarlo como metáfora y hacer de esta columna un vehículo que transporte mis epístolas a vuestras manos y a vuestra mente.
Otros lectores se preguntarán de dónde saco tantos temas para opinar sobre ellos, y la verdad es que cuando se llevan escritos más un centenar de artículos para un mismo periódico, se hace complicado, pero siempre hay temas de actualidad, o alguna historia a la que se le pueda sacar punta con un poco de ingenio. Y es que no hace falta leer la prensa nacional o ver los informativos de la televisión, sino hablar con los ancianos, con los trabajadores, con los amigos, etc., para escribir un buen artículo de opinión hay que vivir, pasear, observar, sentir. Se puede escribir de cualquier cosa, hasta de los higos chumbos, como hizo la semana pasada nuestro gran Pedro Sevilla. El artículo de opinión está considerado como un género lírico, por lo tanto, los poetas suelen manejarse bastante bien dentro de dicho género.

Hace años, un familiar muy cercano a mí, compraba el periódico en el kiosco, se iba al parque y se sentaba en un banco, acto seguido abría el periódico, se leía todas las columnas de opinión, se levantaba y se dirigía hacia la papelera más cercana para tirar el periódico. Compraba el diario para leer solamente los artículos de opinión, incluso recortaba algunos que creía interesantes. Yo, que entonces era un niño, me preguntaba por qué mi tío compraba el periódico, pasaba un par de páginas y lo tiraba a la basura. Con los años lo comprendí.

Miguel Ángel Rincón Peña