17 oct 2013

LA PETITE MORT

Hoy, no sé cómo, me ha llegado al correo el famoso libro titulado Cincuenta sombras de Grey, en Pdf. Iba a leerlo un poco, por curiosidad, pero estoy ya mayor para esa clase de lecturas, así que lo mandé a la papelera de reciclaje. Los “best seller” nunca fueron mi fuerte, prefiero otra clase de libros. 
Cincuenta sombras de Grey es una novela erótica, y me hizo recordar libros como La filosofía en el tocador, novela atribuida al Marqués de Sade, o el mismísimo Kama Sutra de Vatsiaiana. La literatura erótica está bien para, entre otras cosas, despertar la imaginación. Recuerdo que el Kama Sutra lo leí cuando yo tenía unos quince años. No me enteré de nada, pero las ilustraciones del libro me las aprendí casi todas. Luego cuando uno ya tiene una cierta edad más madura, vuelve a releerlo y se da cuenta que es un libro de arte erótico en el que no sólo se exponen posiciones sexuales, sino que explora las relaciones, en general, entre los hombres y las mujeres. 
El Kama Sutra, fue escrito en la India, y allí aún hoy, a la mujer la consideran un ser inferior al hombre, por lo que yo pensaba que dicho libro sería un reflejo de esas creencias y se le daría un papel secundario en el ámbito erótico, considerándola sólo como un instrumento para el placer masculino. Pero a mi opinión, sucede todo lo contrario, en el Kama Sutra, la mujer adquiere una igualdad absoluta con el hombre. He investigado un poco sobre el autor, y resulta que el tal Vatsyayana fue un escritor que exploró las relaciones lejos de los prejuicios, y uno de los temas que más le interesaron fue el del orgasmo femenino, lleno de tabúes aún en estos tiempos. Y es que, el orgasmo femenino sigue siendo un gran misterio, después de años de investigación, ahora se sabe que justo en el momento del orgasmo, que puede durar hasta veinte segundos, el cerebro de la mujer se “desactiva”. Según cerebros escaneados en mujeres durante el proceso para generar un orgasmo, la mayor parte de la actividad cerebral “se apaga”, como si se tratase de un apagón eléctrico provocado por un relámpago (un apagón en el que todo se ilumina, según algunos testimonios). Quizá de esa teoría surgió el término de “la petite mort” (la pequeña muerte) para denominar al orgasmo.
En fin, si todavía no han leído el Kama Sutra, háganlo, seguro que les gusta. Otra opción es contemplar las ilustraciones que trae el libro, son muy educativas. 

Miguel Ángel Rincón Peña

10 oct 2013

IRENE Y JUAN

Hace algunas semanas tuve el inmenso placer de conversar con una anciana arcense que me contó una historia de esas que cuentan “los abuelos”. Su nieto contactó conmigo por Twitter (@mrinconp) y me preguntó si quería hablar con su abuela y escribir sobre ella. 
Allá que fui, pues nuestros mayores son la mejor enciclopedia que podamos tener, y una vez más corroboré esa teoría. Entré por la puerta de una vivienda sencilla y humilde, y allí me estaban esperando con la merienda en la mesa. La mujer me pidió que si escribía algo no pusiera nombres, así que me los he inventado respetando su decisión. 
Irene, tenía por aquel entonces 17 años y Juan 21. Ella era aprendiz de costurera y él se dedicaba a la albañilería y al campo. Se enamoraron tanto que el casamiento tardó pocos años en llegar. Eran tiempos duros, muy duros, pero con lo que Juan ganaba podían “ir tirando”. Fueron felices, hasta que aquel verano de 1936 llegó oliendo a pólvora. Los militares se levantaron contra la República y empezó la guerra. Juan, que era afiliado a la CNT estaba en “la lista negra”. Cuando llegó el otoño, Irene ya estaba tejiéndose su primer vestido negro. A Juan lo apresaron los nacionales y le dieron el paseíllo junto a otros muchos compañeros. En cuanto Irene fue a preguntar a la comandancia la metieron en una de las celdas. Según recuerda, la cárcel estaba llena. La interrogaron, pero nada pudo decir, pues nada sabía por más que le dieran a probar el aceite de ricino. Cuando se cansaron de preguntarle la pelaron y la mandaron a su casa. Para esas fechas, Irene ya estaba embarazada de casi 4 meses. 
Pasó el tiempo, que casi todo lo cura, y con la ayuda de sus padres, esta valiente mujer logró salir adelante y criar a su hijo, “con muchas fatiguitas”, como dice ella. De su marido Juan poco más se supo. Un falangista, años después de acabar la guerra, le dijo que había huido a Francia, pero ella sabe que eso no es cierto, y está convencida de que sus huesos están enterrados en alguna fosa común. En el pueblo había oído rumores de que a aquellos “rojos” los fusilaron en la “Cuesta de la Escalera”. 
Irene, a su edad, recuerda con detalle lo que sucedió en los años de la guerra y el hambre. Yo desde aquí les mando un abrazo a todas las “Irenes” que aun viven y las animo a que cuenten sus historias, que la memoria no se pierda, porque olvidar, como ya sabemos, es siempre repetir. 

Miguel Ángel Rincón Peña



ACEITE DE RICINO

Ella también tuvo sus veinte años,
piel como la seda y unos ojos
grandes y negros como azabache.

De día trabajaba en la costura,
de noche, soñaba con playas,
con ciudades quiméricas…

Conoció a un muchacho gallardo,
y con él, llegó el amor, las risas,
los besos a escondidas en los portales.

Por el día, Irene cosía vestidos,
Juan curtía su piel de sol a sol
y por la noche se soñaban juntos.

El verano del 36 llegó oliendo a pólvora.
El joven obrero partió a la guerra
dispuesto a luchar contra los yugos.

En otoño, Irene se tejió un vestido negro
-como sus ojos, como el azabache-
que duraría toda una vida.

Rapada, afligida, despojada
y con una nueva vida en su interior,
purgaba su pena con aceite de ricino.

Y pasaron los años, e Irene seguía soñando
con sus playas, con sus ciudades inalcanzables
y con su Juan, perdido en alguna fosa común.

Miguel Ángel Rincón Peña

4 oct 2013

Promo (I) "La Máquina Quimérica" Miguel A. Rincón

Primer video promocional del libro de poemas La Máquina Quimérica, de Miguel Ángel Rincón Peña.

3 oct 2013

PIETR PISKOZUB

Nadie debería morir como murió el pasado miércoles el joven polaco Pietr Piskozub en un albergue de Sevilla. Pietr, de tan sólo 23 años, vivía en la indigencia en un país extraño rodeado de gente extraña. Lo encontraron desnutrido, enfermo, pesando solamente 30 kilos. Alguien lo llevó al hospital Virgen del Rocío donde fue atendido y dado de alta. Desde el hospital se le envió al albergue municipal donde horas después moriría en un sillón. ¡Qué muerte más terrible! Y encima lo graban en video, vi las imágenes emitidas en los informativos de Canal Sur, ya se pueden visionar también en internet. 
Obviamente yo no soy médico, pero no hay que serlo para cuestionarse este caso y preguntarse cómo se le puede dar el alta a una persona con 30 kilos de peso y evidentes síntomas de desnutrición. No acuso a nadie, si acaso al sistema, pero es para reflexionar y mucho. Pero en este país parece que se reflexiona poco sobre asuntos importantes. 
Esta misma mañana, hablando con una persona que conozco bien, me decía que está todo muy mal, pero que hay que resignarse ante esta situación, que ya mejorará. Precisamente, esa persona lleva desempleada varios años y está teniendo muchos problemas para sacar a su familia adelante. Pues aun así, trata de justificar al mismo sistema que lo somete. Y como él, millones de españolitos que andan a la espera del milagro de la recuperación. 
Rajoy ya lo ha dicho bien claro en Japón, “la crisis en España ya es historia”, así que, ¿de qué preocuparnos, verdad? 
Estos señores (por llamarles de alguna manera) que nos gobiernan no tienen vergüenza ni para pegar un sello. Pero qué caramba hace Mariano en Japón mintiendo y metiendo la pata cada vez que abre la boca. Cómo tiene la cara dura de afirmar ante los empresarios japoneses que la crisis en España ya es historia, cuando los ciudadanos a los que él “representa” estamos con el agua al cuello, cuando no hace ni un día que han desalojado por la fuerza a 12 familias en Málaga, cuando se recorta en Dependencia, Educación, Sanidad, cuando acabamos de saber que ha subido otra vez la cifra del paro, o que personas como Pietr mueren desnutridos en la más absoluta miseria. 

Miguel Ángel Rincón Peña