23 dic 2014

ESTRELLAS DE BELÉN

No es la primera vez que lo digo -y seguramente no será la última-: No me gustan estas fiestas, y además, me dejan psicológicamente molido. Es tanto el esfuerzo que hago para no caer en la tentación de los típicos tópicos navideños y mantenerme al margen de todo ese macro-montaje comercial en el que, al fin y al cabo, se ha ido convirtiendo la Navidad, que cuando todo pasa, allá por el mes de enero, uno piensa para sus adentros: -¡Por fin! Un poco más y no lo cuento. 
Y es que desde mediados de diciembre hasta ese “mágico” día 6 de enero, se vive una especie de lobotomización transitoria colectiva que nos impulsa a hacer cosas que no haríamos en otras fechas. Reunir a toda la familia para una copiosa cena (por no hablar de las cenas de empresa, eso se merecería un artículo entero). Llamar por teléfono a los familiares o amigos que viven a mil kilómetros y que sólo llamamos una vez al año. Dar donativos a alguna ONG. Comprar buenos regalos, y si no hay dinero para regalos, se va al Banco y se pide un crédito. 
Las luces de neón del Areasur o del Corte Inglés -por poner un ejemplo-, son las nuevas estrellas de Belén. El consumismo nos está consumiendo el cerebro. En estos días, pasea uno por la calle y sólo ve tentadora publicidad en carteles y escaparates. Y para qué hablar del continuo bombardeo publicitario que la televisión ofrece. Es normal que los niños y niñas quieran cada vez más regalos, están todo el día viendo reclamos publicitarios de juguetes, videojuegos, etc. 
Cada año que pasa le veo menos sentido a toda esta operación de marketing que han construido los grandes mercaderes con la excusa del nacimiento del niño Jesús. De existir ese niño, los correría a latigazos nuevamente. La hipocresía en estas fechas puede alcanzar límites insospechados. Aunque nos resistamos a ello, ese gran tsunami de la Navidad, con sus portales de Belén, sus Reyes Magos y sus Papanoeles al frente, trata de ahogar cualquier tipo de disidencia. Y encima, no nos ha tocado la lotería de Navidad, aunque este año cayó muy cerquita. 
En fin, no me hagan mucho caso, disfruten todo lo que puedan, y si les sucede como a mí, que no les gusta mucho el tema navideño, al menos disimulen cuando estén en público (o no). ¡Salud! 

Miguel Ángel Rincón Peña 

18 dic 2014

MIS OBSESIONES

A veces, cuando algo me gusta mucho, me suelo obsesionar con ello, en el buen sentido de la palabra. Me obsesioné seriamente con la poesía de Charles Baudelaire, y tiempo después con la de Bukowski y Gil de Biedma. Me obsesioné, allá por el 2011 con una serie de culto llamada “A dos metros bajo tierra”, de la cual ya les hablé en esta misma columna. También aluciné bastante con películas tales como “1984”, “Fahrenheit 451”, o varias de Luis Buñuel, viéndolas hasta la saciedad. 
Desde hace unos meses, vengo escuchando esos cinco maravillosos discos titulados genéricamente como “American Recordings” del legendario Johnny Cash. Toda una obra de arte con un montón de canciones que consiguen ponerle a uno los vellos de punta. Johnny Cash, con la pérdida de su compañera fallecida poco tiempo antes, y sintiendo cercano el frío aliento de la Parca, decidió grabar esas canciones demostrando toda su grandeza como artista. Cash en estado puro, llegando al final de su camino con una canción en la boca y una guitarra entre sus temblorosas manos. Cien por cien Cash. 
Es difícil elegir, pero quizá uno de los temas que más me ha llegado sea la versión que hizo de “Hurt”, originalmente de los Nine inch nails y qué Johnny interpretó -y mejoró- magistralmente. Fue su último éxito antes de morir. 
Un tren al atardecer, un vaso de whisky, una cárcel, un eterno amor, una rebelión, unas botas gastadas, una vieja guitarra…, todo eso y mucho más era -y sigue siendo- Johnny Cash. 
Más de una vez, en algún que otro recital de poesía, he tenido la suerte de leer acompañado por los acordes de “Hurt” o "Get Rhythm" que tan meritoriamente Manu Lobo interpreta. 
 Creo que las obsesiones, por llamarlo de alguna manera, que vayan dirigidas hacia la cultura, siempre son positivas y a fomentar. No es un problema, sino todo lo contrario, eso de ver cuatro o cinco veces alguna película de José Luis Cuerda o Roman Polanski, o releer las obras inmortales de Julio Mariscal o Bécquer, o escuchar una veintena de veces algún disco de The Beatles o Luis Eduardo Aute. 
Obsesiónense por cosas así -en los tiempos que corren- y se ahorrarán un dineral en psicólogos y psiquiatras. 

Miguel Ángel Rincón Peña

11 dic 2014

POLICHEROS

A lo largo de estas semanas, los que no viven el día a día del vecino pueblo de Puerto Serrano, se han ido enterado por los medios de comunicación de la insostenible situación por la que están pasando sus habitantes, a los que desde aquí les envío mucho ánimo. 
La tasa de paro en Puerto Serrano, según los estudios, supera ya el 40% y el municipio alcanza uno de los mayores niveles de pobreza de toda Europa. Hay unas 200 familias con avisos de cortes de luz, y para colmo, el Ayuntamiento acumula una deuda cercana a los 7 millones de euros. Los trabajadores municipales llevan 6 meses sin cobrar sus sueldos, que se dice pronto. ¿Se imaginan ustedes estar medio año sin cobrar? 
Ante este panorama, el alcalde, Francisco Javier Galvín, muy acertadamente y como medida de presión, ha iniciado un encierro indefinido en el ayuntamiento para exigir a las administraciones superiores una respuesta inmediata a la situación crítica que vive Puerto Serrano. 
Los pueblos que, como Puerto Serrano, han vivido esencialmente de la construcción y de la agricultura, son los que están sufriendo ahora las peores consecuencias de la crisis, pues esos dos sectores han sido muy machacados en los últimos años por el desempleo. 
Todo esto pasa mientras Mariano Rajoy, presidente del Gobierno del Reino de España, afirmaba este jueves en un encuentro empresarial que "la crisis es historia", y que "España ha pasado de ser el enfermo de Europa a ser vanguardia de la recuperación". Y para aquellos que disientan y pretendan, por ejemplo, defender sus derechos mediante la protesta en la calle, el Gobierno ha preparado, con mucho tesón, su Ley de Seguridad Ciudadana, o Ley Mordaza, que recuerda bastante a la franquista Ley de Orden Público de 1959. 
Todo esto, viene a demostrar los brutales desequilibrios que existen en esta España, en la que algunos listillos, roban y esconden sus capitales en Suiza, mientras pueblos enteros sobreviven en la más absoluta ruina. Algo falla, por supuesto, aparte de las malas gestiones y la siempre recurrente crisis -estafa-, a mi modo de ver lo que falla estrepitosamente es este sistema capitalista. A las pruebas me remito. 

Miguel Ángel Rincón Peña

FRANK ZAPPA

Este 4 de diciembre, además de ser el Día nacional de Andalucía, también se cumplían 21 años del fallecimiento de uno de los más grandes músicos de la historia del Rock. Me refiero al descomunal Frank Zappa. Nació en diciembre y murió también en diciembre, a causa de un cáncer, pero, queridos amigos, no hay tumor que pueda acabar con sus maravillosas canciones. 
La primera vez que escuché a Zappa corría el año 1997, y estaba yo por tierra de guanches, concretamente en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife -y alrededores-. Un amigo me pasó una cinta grabada del disco Apostrophe, y me dijo: Escúchalo, que esto es bueno. Fue un descubrimiento, aunque tuve que escucharlo varias veces hasta encontrarle el punto a aquella música. Era diferente, una mezcla de experimentación y eclecticismo. He de reconocer que me costó un poco asimilar una música así, tan imaginativa. Conforme iba escuchando más canciones de Frank, me creaban una -sana- adicción y poco a poco me hice con varios discos, tales como Freak Out!, Hot Rats, Zappa in New York, etc. 
Resulta que aquel amigo era músico y tocaba la batería en un grupo de La Laguna. Una tarde me invitó a asistir a sus ensayos, y allá que fui. Yo, por aquel entonces, había empezado a tocar el bajo en "Misterio", un grupo que habíamos creado unos amigos en mi pueblo. Pues bien, estuve toda la tarde escuchando a la banda de mi amigo, hacían versiones de Led Zeppelin, Black Sabbath, Thin Lizzy y algunos más. Después de 4 horas metido en aquel garaje salí un poco mareado y con un leve pitido en los oídos. Mi amigo músico se llamaba Juan, y vivía en un centro social autogestionado. Solía ir algunas tardes a verle, era una enciclopedia musical andante. También fumaba porros y me grababa discos de Zappa, Tom Waits, Stravinsky, etc. Además, me prestaba de vez en cuando algunos libros, sobre todo biografías de músicos o grupos de los setenta. 
Cuando volví a la península, nos escribimos varias veces, pero lamentablemente perdimos el contacto a los pocos años. Seguramente se casaría -o no-, tenía una medio novia rockera que trabajaba en un bar. En fin, gracias a él descubrí a Frank Zappa y a otros muchos músicos excelentes y casi todos desconocidos. ¡Cuánta gente interesante desconocida y cuánto charlatán famoso! 

Miguel Ángel Rincón Peña

MONAGUILLO

No recuerdo si en alguna ocasión les he hablado -seguramente sí- de mi relación con la Iglesia. Vengo de una familia católica, y mi abuelo materno fue, hasta su muerte, el organista de la parroquia de Prado del rey. En Ronda, mis tíos me solían llevar todos los domingos a misa, y en Prado, con la cosa de que mi abuelo tocaba el órgano, también me llevaban a la iglesia. Me aburría como un condenado, incluso me quedé varias veces dormido escuchando aquellos interminables sermones. Cuando tenía unos 12 años, sentí la necesidad de investigar en primera persona sobre la religión, y me apunté a monaguillo. Mi madre no quería, decía que los monaguillos siempre habían tenido fama de pillos, lo cual me animó mucho más a formar parte de ellos. 
A esa edad, es casi imposible tener fe en Dios. Cuando somos niños sólo le profesamos cierta fe a nuestros padres y poco más. Yo empecé con ganas, iba puntualmente a las misas que me asignaban para ayudar al cura a oficiar las ceremonias. Poco a poco me fui adentrando en ese mundo, fui al primer encuentro de monaguillos, que se celebró en una ermita de Arcos. Aquello era como un campamento de Scouts pero en versión católica. Por la mañana rezábamos, por la tarde rezábamos y por las noches, ya saben: El "Jesusito de mi vida tú eres niño como yo...". En fin, podría contar muchas anécdotas de mi breve paso por las sacristías, como por ejemplo, bebernos el vino del cura, tocar las campanas a deshora, etc. Conforme fue pasando el tiempo, me di cuenta que seguía sin el menor atisbo de fe en Dios. Eso, y el bombardeo de preguntas incómodas que le hacía al cura sin que éste me ofreciera ninguna respuesta convincente y lógica, me llevaron prematuramente a "colgar los hábitos" de monaguillo. Creo que esa corta etapa de mi vida fue fundamental para afianzarme en mi ateísmo, o como se quiera llamar, pues nunca me gustaron demasiado las etiquetas. Me di cuenta de toda la hipocresía que anidaba en aquel lugar. Personas que practicaban demasiado aquello de "A Dios rogando y con el mazo dando". Incluso el cura de aquella época era de todo menos ejemplar. Corrillos, envidias, alcahueteo, intrigas y un largo etcétera. 
No dudo que haya católicos válidos, los hay, son todas esas personas que, a base de su trabajo voluntario, le lavan la cara a la Iglesia Católica, una institución que ha tenido -y tiene- mucha "güasa". 

Miguel Ángel Rincón Peña