14 jul 2011

LA INDIGNACIÓN

Hace ya varias semanas que no escribo sobre política, pues hacerlo, me produce un malestar generalizado y un cabreo bastante importante y no es bueno para mi Crohn. Pero quiero dar alguna pincelada al panorama político actual.

Ahora que ya han tomado posesión de sus respectivos cargos y tienen acomodadas sus posaderas, los políticos se dedican ya, sin más espera, a ponerse el sueldo que ellos creen que se merecen. Mientras por un lado prometen austeridad en tiempos de crisis y hacen recortes, por otro se adjudican sueldos demasiado elevados.
Quiero dejar claro que estoy de acuerdo en que un alcalde o teniente de alcalde ocupan un puesto de gran responsabilidad, por ello, tienen que tener un sueldo adecuado, pero también hay que recordarles que ellos se deben al pueblo, y que es ese mismo pueblo el que les paga el sueldo. El pueblo sigue en crisis, pasándolo verdaderamente mal, por lo que los políticos tendrían que tener la vergüenza de asignarse un sueldo acorde con la situación actual. Un alcalde tiene que dar ejemplo al pueblo, pues para eso lo representa. Luego llegarán las promesas incumplidas, los decretazos y mil cosas más. “No nos quea ná…”

Como ya comenté en otras ocasiones, la política debe ser una devoción, nunca una profesión. La política tiene que ser transparente en todas sus facetas, y no oscurantista. De no ser así, luego salen los casos Filesa, Malaya, Gürtel y nos crecen los enanos. La clase política española lleva encima la losa de los engaños, trapicheos, enchufados, favoritismos, traiciones y muchas veces con toda la razón, pues se lo han ganado a pulso. Es normal que la gente se indigne, lo que no es tan normal es que hayamos tenido que esperar más de treinta años para que los jóvenes salgan a la calle a mostrar su indignación y a pedir democracia verdadera de una vez por todas.
Los políticos, que de alguna manera le están viendo las orejas al lobo, salen ahora mostrando su cara más simpática y dispuestos a realizar algunas pequeñas reformas para acallar al movimiento de los indignados. De todas formas, parece que la moda de los indignados se va desinflando (como todas las modas) y todo vuelve a la calma. Cambiarlo todo para dejarlo todo igual, en este país ya estamos acostumbrados a eso.

Miguel Ángel Rincón Peña