6 nov 2014

AVALANCHA

La inmensa avalancha de casos de corrupción que se está viviendo en este país, de un tiempo a esta parte, hace que cualquier persona honrada sienta una profunda indignación, vergüenza e impotencia al comprobar cómo algunos personajes de la política, del mundo empresarial e incluso del sindical, nos están tomando por estúpidos mientras nos roban a manos llenas. Ejemplos hay cada vez más: EREs fraudulentos, tarjetas de crédito opacas, financiación ilegal, cuentas en B, dinero negro en paraísos fiscales y una larguísima lista de corrupciones varias. 
Ayer por la tarde, dos hombres de mediana edad tomaban café en un bar. Uno de ellos tenía un periódico en las manos y estaba comentando la indecencia de permitir que Jaume Matas, político condenado por corrupción, salga de la cárcel a pesar del criterio en contra de la Junta de Tratamiento de la cárcel de Segovia, demostrando así cómo el Gobierno se pasa la justicia por el mismísimo forro. El tipo que estaba al lado, decía no comprender cómo podían robar esa clase de gente, con todo el dineral que ganan en sus cargos públicos y en sus actividades privadas. Entonces su compañero de café le respondió que “mientras más tienen más quieren tener esa gentuza, y mientras tanto la justicia mirando para otro lado”. Y ponía el ejemplo de que si una persona que cobra una miseria o incluso está sin ningún tipo de ingreso, necesita robar para darle de comer a su familia, esa persona se pudre en la cárcel, pero en cambio, si el que roba es rico y poderoso, a los dos meses está fuera viviendo la vida. El camarero, que se estaba percatando de la conversación, se acercó a ellos y les dijo con voz irónica que si habían leído la noticia de que el ejército se está entrenando en técnicas de antidisturbios. Los tres empezaron a comentar tal despropósito… que si esto es una dictadura, que si el Gobierno se está cargando el país, y una amplia gama de insultos que no reproduciré, pero que seguramente imaginarán. 
Llamé al camarero y pedí la cuenta. Tras salir del bar, me encaminé a casa. Mientras andaba por la calle, pensaba que la mayoría de los españoles se dejan la indignación en la barra del bar, y que cuando salen a la calle, se dicen a sí mismos, resignados: “Bueno, a ver si la cosa mejora”. Pero no, “la cosa” no mejora, al contrario, todo está peor que nunca, y si no, miren a su alrededor y vean el panorama. No es pesimismo, es simplemente realismo. 

Miguel Ángel Rincón Peña