13 nov 2014

EL CIRCO

Hace varios meses, iba conduciendo el coche por la autovía y me encontré con una extensa caravana de camiones pertenecientes a un circo. No recuerdo el nombre. Eso me hizo pensar en lo dura que es la vida de las personas que se dedican a esa profesión. 
Cuando era pequeño no me gustaba demasiado ir al circo. En el colegio nos repartían folletos con la publicidad del circo cuando llegaba éste al pueblo, y todos los niños se volvían locos por ir a ver el espectáculo. Yo, al contrario, deseaba que mi madre no tuviera ganas de llevarme. Una de las veces, a mi madre le dio por acompañarme al circo, y no tuve más remedio que ir. Nos sentamos a mitad del graderío, y desde allí, con cara de perplejidad, vi la función circense. Me transmitieron bastante pena los payasos, pensaba en ellos, seguramente padres de familia, que se ganaban la vida haciendo reír a los demás. Me pareció un trabajo durísimo, y seguramente mal pagado. Luego salieron los animales, perros, un mono, varios tigres y un elefante. Tenía un nudo en el estómago. Me sentí mal. Miraba a mi alrededor y veía a todos los niños riendo, felices, comiendo gusanitos y disfrutando de las actuaciones, y a continuación miraba a mi madre, que con cara de extrañeza me preguntaba: ¿No te gusta? Para inmediatamente sentenciar: ¡Qué raro eres, hijo mío! 
Recuerdo otra ocasión en la que un circo de payasos instaló una carpa junto a la plaza de toros de Ronda, justamente al lado de la que era mi casa por aquella época. Mi prima, que era más grande que yo, se le metió en la cabeza llevarme a ver a los dichosos payasos, y por más que me negué poco pude hacer ante su insistencia, y allí me vi, rodeado de gente. No podía ver nada, porque no había asientos y estaban todos los padres y madres de pie con sus hijos en hombros. Mi prima, me subió un momento a sus hombros y de repente apareció un payaso al fondo del escenario que me saludó. Tenía una sonrisa sincera. Yo, con mi pequeña mano le devolví el saludo. Creo que fue la primera vez que sonreí en un circo. 
Les tengo mucho respeto a todas las personas que se dedican al maravilloso y duro mundo del circo (eso sí, sin animales mucho mejor). Vaya desde aquí mi humilde homenaje. 

Miguel Ángel Rincón Peña