9 ene 2014

LUIS DE MANUELA

Esta semana les vengo a hablar sobre un cantaor-cantautor Jerezano (trebujenero de corazón) llamado Luis de Manuela. El pasado diciembre terminó de grabar lo que será su primer disco “Entre la conspiración y los sueños”. Una colección de diez canciones escritas por él mismo que seguro no dejarán indiferentes a quiénes las escuchen. 
Luis es un autor muy comprometido socialmente, pero que en ningún caso se deja encasillar en una sola temática, en este disco bien lo demuestra. En sus conciertos también es capaz de cantar desde unos fandangos por El Cabrero, pasando por alguna canción de Chicho Sánchez Ferlosio, hasta Carlos Cano y otros autores. 
Detrás del nombre artístico se encuentra Luis Román Galán, un periodista que comenzó a tocar la guitarra flamenca a los 10 años. También escribe poesía, y entre 2009 y 2010 decide ser cantautor, poniendo música a sus propios poemas. A partir de ahí se integra en el colectivo cultural El fuego de la utopía, con el que ha recorrido como cantautor diversos pueblos andaluces, acompañado por poetas, músicos, etc. Actualmente estudia en la prestigiosa Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco en Sevilla. 
Esta es, muy resumidamente por razones de espacio, la biografía de Luis, una persona muy culta con una exquisita educación. Yo le conozco desde hace varios años, hemos hecho juntos muchos kilómetros, de pueblo en pueblo, emulando -a nuestro humilde modo-, aquella mítica Barraca de García Lorca. Poesía y canción en pie de guerra contra el mal de amores, el olvido, la desidia, la soledad, la crisis, el capitalismo. 
La primavera pasada, con motivo de un recital organizado en El Bosque, escribí y di lectura a un poema dedicado a Luis de Manuela. Siempre he sido partidario de los homenajes y reconocimientos en vida, y por eso decidí componer estos versos que a continuación les muestro para concluir con este artículo: 

A LUIS DE MANUELA

Acaricia la guitarra 
como a un cuerpo desnudo. 
Los acordes se suceden 
arrojándolos al aire. 

La noche se estremece
con el quejío de su voz
y su corazón palpita
al ritmo de un tango.

Y van naciendo las canciones
con ese fiel compromiso
del que no olvida su clase,
del que siente lo que escribe.

La noche se estremece
con el quejío de su voz
y su corazón palpita
al fuego de la utopía. 

Miguel Ángel Rincón Peña