26 ago 2009

OBSERVACIONES CINÉFILAS

El pasado domingo fui al cine a ver una película que no me pareció ni buena ni mala, quizá la sensación que me causó fue la de indiferencia. Bueno venga, era mala, para qué andarnos con rodeos. Era una historia de terror barato y comedia cutre, pero bueno, últimamente la cartelera está de capa caída y no se puede pedir más. Muchas de las veces que voy al cine lo hago como método de relajación, como vía de escape a la rutina. Aproximadamente una hora y media de tranquilidad.
El otro día, viendo la película, pude comprobar la mala educación de algunos personajes que van al cine a molestar a los demás. Nada más comenzar la película, cuatro o cinco adolescentes en la edad del pavo, sin cortarse un pelo, empezaron a reír, a cuchichear y a comer pipas. A mi derecha, en la otra fila, una pareja de tortolitos tampoco dejaba de comentar la película en voz alta. Aunque la película fuera funesta, hay algo que se llama respeto a los demás. La verdad es que no entiendo como hay gente que se gasta tres euros con cincuenta de la entrada, otros tres euros con cincuenta de las palomitas y la bebida (es curioso que las palomitas y la bebida valgan igual o más que la propia entrada), lo que hace un total de unos siete euros, para hartarse de charlar y de reír molestando así al público que desea ver la película.

Otra cosa que me resulta muy curiosa y a la vez me cabrea, es cuando entras al cine, ocupas la butaca, se apagan las luces y cuando crees que van a empezar los trailers en la pantalla, te ponen un anuncio de coches. Vamos a ver, señores míos, si el público paga su entrada, por qué narices tenemos que tragarnos publicidad. Nos estamos volviendo paranoicos gracias a la publicidad. Si vas paseando, siempre hay carteles con publicidad, si te sientas en la parada a esperar el bus, siempre hay anuncios de publicidad, si vas conduciendo por la carretera te encuentras vallas de publicidad, si pones la radio, si pones la tele, si abres el periódico o la revista de turno, si entras a un bar, si vas a ver el fútbol o cualquier otro deporte, etc. Y es que la publicidad es la que manda, porque es la que paga, pero hay situaciones en las que pagamos los usuarios y no tenemos por qué aguantar anuncios. Pero bueno, yo quería hablar de que el domingo pasado varias personas incívicas no pararon de dar la lata en el cine. Si alguna de estas personas leen esto (que lo dudo), les diría, hagan el favor de cerrar la boca en el cine.

Miguel Ángel Rincón Peña