27 dic 2012

FEÉRICOS #6

Los expertos denominan a esta parte del bosque, como “bosque de galería”, porque al crecer en ambas orillas y elevarse sobre el cauce forma una especie de túnel vegetal de gran belleza y frescura. Los chopos, sauces, olmos, fresnos, adelfas, rosales, zarzas y madreselvas, entre otras, crecen tan apretadas que hacen impenetrable las orillas del río, proporcionando un seguro refugio a la abundante fauna y a los seres feéricos. En el bosque del Majaceite habitan barbos, truchas, culebras de agua, nutrias, topos, conejos, mirlos, currucas, ruiseñores, etc. Los habitantes mágicos del bosque, consideran a todos los animales y vegetales como hermanos y pueden llegar a comunicarse con ellos. 
En las entrañas del bosque se encuentra un árbol muy especial. Un gran olmo, uno de los más viejos de su especie, pues cuenta ya con cerca de trescientos años. Entre sus raíces viven los Unites y en las ramas más altas, se suelen sentar las Sílfides a observar el bosque y el cauce del río. Los feéricos pueden sentir perfectamente la energía de los árboles. Cada árbol posee un espíritu sabio, sus rostros pueden verse en la corteza de sus troncos y sus voces escucharse en el sonido de las hojas rozando con el viento. Lanzan mensajes que sólo las Dríadas pueden descifrar. Las Dríadas son las hermosas hadas de los árboles y se dice que su vida gira entorno al tiempo de vida del árbol en el que residen. 
El pasado invierno hubo una gran tormenta en el bosque y un rayo cayó justo en la copa del viejo olmo. La Dríada, asustada, alertó a los seres elementales que habitaban en las raíces. Las ramas más altas estaban ardiendo pese a la lluvia. Todos corrieron a socorrer a la Dríada y a su árbol; los Trasgus, los Rudimes y Minutes, las Sílfides y Ninfas, todos. Al llegar, se encontraron a la Dríada junto a los Unites luchando contra el fuego, encaramados a lo más alto del olmo. Entre todos intentaron apagar las llamas, pero éstas seguían quemando la copa del árbol. Cuando ya estaban perdiendo toda esperanza de salvar al viejo olmo y las fuerzas flaqueaban, apareció de repente Nayades, el hada del río. Con sólo un movimiento de su dedo índice, un arroyo se formó alrededor del árbol. Todos los Trasgos comenzaron a subir agua mediante cubos atados a cuerdas. Al poco tiempo el olmo dejaba de arder. Pero las heridas fueron demasiadas para un árbol tan longevo, y el viejo olmo murió, desapareciendo también el hada del árbol. Fue un día muy triste en todo el bosque. 
Ahora, un año después, el tronco hueco sirve de hogar a una pareja de pequeños Trasgos.


Miguel Ángel Rincón Peña.