31 ene 2013

FEÉRICOS #11

Tenía pensado seguir relatando las historias de los seres feéricos del bosque, pero me di cuenta de que ya no recordaba ninguna más. Decidí visitar al amigo anónimo que me las contó, hace ya meses, y ayer por la tarde me puse en camino. 
Cuando llegué al pueblo de El Bosque, aparqué el coche cerca de un molino de agua que decora una pequeña glorieta. Antes de bajar del auto comprobé que dentro de mi mochila se hallaban mi viejo cuaderno, mi grabadora y todo lo necesario para recoger los nuevos testimonios. Mientras caminaba hacia su casa, iba pensando en esos fantásticos seres que me tenían tan enganchado, en mi barriga sentía los nervios contenidos, me moría de ganas de que me contara nuevas historias. 
Del dintel de la puerta colgaba un pequeño atrapasueños que se movía con el viento. Llamé al timbre un par de veces, pero nadie abrió. Me dispuse a dar la vuelta y probar por el patio trasero. Volví a llamar, esta vez en la puerta que daba a la cocina, y enseguida obtuve respuesta. La mujer de mi amigo preguntó quién era, le comenté que conocía a su marido y que me gustaría hablar con él. Abrió la puerta sacudiéndose la falda y me invitó a entrar. Cuando ya estábamos sentados en el salón me contó lo sucedido. Al parecer, el hombre que unos meses antes me había desvelado los secretos del Majaceite y su bosque, se encontraba ingresado en la planta de psiquiatría del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Llevaba allí un par de semanas, puesto que arrastraba desde hacía una temporada un comportamiento cada vez más preocupante. Según me dijo su señora, no dormía, casi no comía, se tiraba días enteros caminando por el bosque, algunos vecinos lo vieron hablando solo, cuando estaba en casa decía cosas muy raras. La última semana empezó a hacer extraños dibujos (de los cuales me regaló uno). Días antes de su ingreso en el hospital, se encerró en la buhardilla y no quería salir. Una mañana, su mujer se lo encontró sin sentido en el suelo del jardín, fue cuando decidió llamar al médico. Ella no se lo explicaba, pues su marido estaba perfectamente, fue a partir de noviembre cuando empezó a tener aquellas conductas. 
Tras darle muchos ánimos a la mujer, volví al coche. De camino a casa me vinieron a la mente muchas preguntas. Mi amigo me contó aquellas historias en octubre, y en noviembre empezó con los delirios que le llevarían, dos meses después, a ser ingresado por problemas psiquiátricos. Algo me decía que tenía que ir a visitarlo al Hospital.


 Para leer el cuento completo en versión extendida: AQUÍ

Miguel Ángel Rincón Peña